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El centro de Palma ofrece ahora mismo una estampa desoladora. En una mañana cualquiera de esta semana, la ruta habitual de los cruceristas aparece cerrada a cal y canto. Si en 2019 Palma recibió 2,2 millones de pasajeros, en 2020 apenas se alcanzaron los 156.000, según las estadísticas de la Autoritat Portuària de Balears (APB). Un sector que se calcula que dejaba 256 millones de euros. Los comercios están asfixiados al perderse el rastro de estos turistas.

Las cajas de los comercios que se beneficiaban de la marabunta de cruceristas están vacías después de 11 meses sin recibir grandes buques.

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Plaça Catedral.

La Seu era la primera parada obligatoria. El Museo Diocesano está abierto entre semana y cuenta con un cartel esclarecedor: aforo máximo de 400 personas. «Esta mañana hemos recibido seis personas», cuentan desde la recepción del museo. El día anterior solo fueron dos. Las colas para entrar en el museo son un recuerdo de tiempos dorados.

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Palau Reial.

Souvenir

La plaza de la Catedral antaño contaba con souvenires que tentaban el bolsillo de los turistas. Ahora están cerrados a cal y canto. Ni imanes, ni figuras con el emblema ‘Recuerdo de Mallorca’ han podido soportar el huracán de la COVID.

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Jaume II.
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El desolador paseo del turista desaparecido prosigue por la calle Palau Reial, frente al Parlament. Las cafeterías están cerradas ya que ni la exigua posibilidad de ofrecer un café para llevar ha podido mantener abiertos estos locales.

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Colón.

En la plaza de Cort ya no hay turistas que se hacen selfies con la fachada del Ajuntament o el olivo centenario de fondo. La calle Colón ofrece algo más de vida: se mantienen abiertas algunas joyerías pero los carteles de ‘Se Traspasa’ en esta emblemática calle se han multiplicado. Ni rastro de las heladerías ni chocolaterías que tentaban el apetito del turista que pateaba Palma.

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Argenteria.

Jaime II, paralela a Colón, parece un poblado del oeste abandonado. Dicen los pocos que todavía están abiertos que este mismo lunes la calle estaba desierta. El mal tiempo no ayudaba. «El 70 por ciento de esta calle está cerrada», cuenta Pedro Mesquida, de la tienda Xino’s y presidente de la Comisión de Comercio Interior de la Cambra de Comerç de Mallorca. «No hay cruceros y los hoteles boutique están cerrados. Es la calle más castigada», sentencia. De los 55 locales de Jaime II, 26 ya han cerrado de manera definitiva. «Muchos reabrirán cuando vuelva el turismo», dice, mientras advierte que «Palma está preparada para 14 millones de turistas y tenemos una oferta comercial acorde a este volumen de visitantes. Si dejan de venir, con solo un millón de habitantes en las Islas, muchos de estos negocios son inviables», añade Mesquida.

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Plaça Major.

El comercio tradicional apenas soporta otra furiosa embestida del coronavirus, que ha ahogado la llegada de turistas. Los carteles de ‘Se Traspasa’ y ‘Se Alquila’ se codean con aquellos que aún siguen abiertos pero advierten que hay ofertas de hasta el 70 por ciento por liquidación de existencias. «La tienda de ropa interior Yanamay ya ha dicho que cerrará cuando acabe con todo su stock», sentencia Mesquida, que tiene cerrada a cal y canto otra de sus tiendas Xino’s en Jaime II, confiando, sin muchas esperanzas, en la Semana Santa. Amazon, reconoce, ha sido la otra estocada, «pero no crea empleo aquí».

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Sant Miquel.

La desoladora ruta del crucerista prosigue por Plaça Major, donde no queda ni una sola de las terrazas, clausuradas por la normativa COVID. Un sin techo se ha acurrucado en un local cerrado. En Xarig antes se vendían perfumes a turistas. Ahora triunfan las mascarillas: 50 unidades por 3,50 euros.

PALMA. COMERCIO. La milla de oro y aledaños empiezan a bajar la barrera.
Jaume III.

Años atrás Sant Miquel estaba atestada para horror de los residentes. Ahora apenas cuenta con algún comprador en busca de remates. También se cuentan a puñados los cierres. De ahí a Oms, las Ramblas, Unió y plaza de la Tortugas. Un gran centro aprovecha el cierre COVID para renovarse de arriba a abajo. En Jaime III los alquileres cotizan a la baja a medida que suben los caídos en esta guerra sin cuartel. En la ‘milla de oro’ del Born escasean los turistas de holgado presupuesto. Antoni Maura es la última parada del turista desaparecido: ni un solo local abierto. Las heladerías desiertas deberán esperar a la vacuna para saciar al crucerista.

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Antoni Maura.