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Nunca olvidará el día en que su vida cambió. El 9 de junio de 2006 Margarita Dalmau sufrió un infarto y a partir de ahí su salud empezó a empeorar; hasta el día de hoy en que su vida depende de que encuentren para ella el donante adecuado de intestino delgado y de que el trasplante sea un éxito, algo que los médicos cifran en un esperanzador 50% de probabilidades. La operación es su única salida, de lo contrario su esperanza de vida es de unos meses.

Pero sus penurias no acaban ahí, el problema del dinero se ha venido a sumar. «La operación no se puede hacer en Palma -explica-, sólo puede realizarse en el Hospital 12 de Octubre de Madrid, donde trabaja el doctor Moreno», 'el maestro de los trasplantes', en quien ha depositado toda su confianza. Y la condición es que «me tengo que trasladar a vivir a la capital para ponerme entonces en lista de espera, no sé por cuánto tiempo, porque es vital que esté cerca y pueda llegar al hospital enseguida en cuanto reciban el órgano y me avisen». Y ahí está el problema: «con mi pensión de invalidez, los ingresos de mi marido que lleva tres años de baja, una hipoteca por la casa en la que vivimos y los gastos normales de una familia con un hijo de 8 años» a Margarita no le salen las cuentas para poder pagar un piso o un apartamento en Madrid, cercano al hospital, al que trasladarse, junto a su hijo mayor.

«Hace dos meses escribí al presidente del Govern y nadie me ha contestado, previamente había escrito al conseller de Salut, que sólo me ofrece pagarme el billete de avión y una dieta de 29 euros diarios mientras mi hijo esté allí conmigo, porque yo no me puedo valer por mí misma».

Tampoco la Ley de Dependencia le ha supuesto un respiro, «porque aunque tengo concedida desde hace un año una ayuda de unos 200 euros al mes todavía no la he cobrado ni un sólo mes».

En estos momentos en que la vida aprieta más de lo que se puede soportar surgen muchas preguntas: «¿por qué si se ayuda a muchas personas que vienen de fuera, inmigrantes que vienen aquí a operarse o a recibir tratamiento, por qué no me ayudan a mí como mallorquina y española que soy? No es justo». «Además Balears es la única comunidad que no tiene servicio de pisos en Madrid, según nos ha dicho el personal del hospital madrileño. Si yo estuviera empadronada en Barcelona o en Andalucía tendría la ayuda que necesito».

«Yo lo que quiero es vivir, vivir por mi hijo de 8 años, que es un niño maravilloso. Pero esos meses cómo lo mantengo si me gasto la pensión de invalidez en un piso en Madrid». Él es su gran motivación, «sólo pienso en que no puedo dejarle, tengo que luchar por él».

Una ONG catalana le ofreció compartir piso en Madrid con otras cuatro familias, «pero las condiciones de esterilidad y desinfección que necesito no son compatibles con compartir piso con más personas», asegura.

Su día a día se hace difícil y pesado. «Me paso el día recostada, viendo la tele o estoy un rato con el ordenador. Hacia las tres mi marido -que se ha convertido en su enfermero- me lleva a la cama, dos horas después me vuelve a levantar y me siento otra vez hasta la noche. A eso de las nueve me pone la medicación y me acuesta. Pero no dormimos ni una noche de un tirón, porque me la paso, y él conmigo, levantándome para ir al baño».

Todo empezó, recuerda, «con un infarto, que provocó que me tuviesen que cortar un trozo de intestino. Luego vinieron varias operaciones más y a día de hoy casi no veo, tengo problemas en el oído, además desde hace poco tengo osteorporosis, el hígado inflamado, los músculos muy deteriorados, casi sin fuerza, y los médicos me dicen que todo es de lo mismo, de que no tengo intestino delgado, y tengo tres esternosis (un angostamiento) del tubo digestivo que me impiden comer y beber de forma normal y me tengo que alimentar por vía parenteral». «Ellos me da unos meses de vida si no me opero».