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D. MARQUÈS (UH-MENORCA) A primera hora de la mañana empezó la cuenta atrás. Cuando el incansable fabiol dejó de sonar tras 40 ininterrumpidas horas de festiva melodía. Cuando los millares de emocionados santjoaners en vela dejaron escapar alguna furtiva lágrima de tristeza. «Fins l'any que ve, si Déu ho vol» fueron las palabras de mutuo consuelo.

Ciutadella ha ido perdiendo su magia y recuperando una normalidad que la mayoría deseaba ahuyentar. Como si las 50.000 personas concentradas estos días en Ciutadella pretendieran vivir para siempre entre cientos de caballos, jaleos, replecs y gin amb llimonada.

Pero todo se acaba. Y lo hizo con las primeras luces del sol irradiando sobre el domicilio del Caixer Capellà, Antoni Fullana, donde se celebró el darrer toc. Atrás quedan ya dos jornadas de intensa vivencia festiva, de un programa cumplido con mayor puntualidad que en años precedentes y de unas fiestas que no han tenido que lamentar incidentes.