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El año 2002 comenzó con buen pie y grandes dosis de optimismo en Palma. Miles de personas se congregaron en Cort para escuchar las doce campanadas. Atrás quedaba un pasado algo turbio (el atentado de las Torres Gemelas) para dar paso a un futuro lleno de incógnitas (¿Nos acostumbraremos alguna vez al euro?). No obstante, la madrugada del día 1 fue un momento para no pensar, bailar, dejarse llevar por la música y el calor de los amigos. Y divertirse. Ante todo, divertirse.

Después de una copiosa cena en casa o en los mejores restaurantes de la ciudad, muchos palmesanos se acercaron "con guantes y bufanda" a la Plaça de Cort. Las campanadas sonaron con solemnidad. De pronto estalló el cotillón, se descorcharon botellas de cava y dio comienzo la fiesta. Para muchos, la noche se prolongaría más allá de las seis de la mañana. Para quitar el frío, nada mejor que la música y el baile.

El grupo Aquellos maravillosos años salió al escenario dispuesto a acabar con uno de los inviernos más fríos de los últimos años. Al cabo de unas horas, el público decidió que había que rematar la noche en un lugar más cálido y recogido. A partir de las 2.00 de la madrugada el tráfico era intenso y sobre las 3.00 las discotecas estaban llenas a rebosar.

La fiesta del «Western Park» registraba un lleno absoluto mientras que en Tito's, Pachá o BCM la gente no paraba de mover el esqueleto. Celebraciones privadas como la Eurofiesta de Marratxí mantenían con buen pulso el ánimo de la gente con la música más popular del momento. Pese a los controles policiales la gente bebió para desinhibirse, olvidar todo tipo de problemas sentimentales y laborales.

Año nuevo, vida nueva. Muchos fueron los que al ingerir las doce uvas se propusieron nuevas metas y objetivos en la vida: dejar de fumar, aprobar todas las asignaturas, ser puntuales en el trabajo, ayudar a los pobres, hacer dieta, etc. La noche de los buenos propósitos acababa de empezar. Ojalá las mejores intenciones se materialicen.