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A Jordi Pujol lo mismo le da contar con el apoyo del Partido Popular que con el de Esquerra Republicana de Catalunya; lo mismo le da la derecha que la izquierda, el centralismo que el nacionalismo, si consigue lo que pretende, que es gobernar durante cuatro años más. El recurso al Partido Popular para la constitución del Parlament catalán creó mala conciencia en el presidente en funciones de la Generalitat: forzado por sus principios nacionalistas a dialogar con Carod Rovira primero de cara a la investidura, la decepción le llegó acompañada por las contundentes exigencias de Esquerra Republicana de Catalunya. El retorno al diálogo con el Partido Popular no fue ayer tan sencillo como lo fue hace más de una semana en el Parlament: el desaire de Jordi Pujol tendrá su precio, aunque sólo sea esa segunda votación que todos los expertos apuntan como inevitable con la falta de apoyo del PP y de ERC en la primera sesión de investidura. La sexta legislatura de Jordi Pujol tiene un mal comienzo y evidencia que su gobierno será un gobierno de CiU, pero su política no lo será tanto en la medida en que tenga que recurrir en cada momento al apoyo de la izquierda nacionalista o al del PP. Si no consigue un pacto de legislatura, la esquizofrenia en la Generalitat puede llegar a cotas muy altas si Jordi Pujol se acostumbra a gobernar maniatado por objetivos políticos tan dispares. Este peligro pretende salvarlo ahora el PP imponiendo una condición sobre todas las demás: si Pujol recurre a los conservadores para salvar su investidura debe comprometerse a no recurrir después a ERC para aprobar otras cuestiones. El PP no quiere permitir que los hombres de Rovira rompan el equilibrio de la España de las Autonomías exigiendo para Catalunya un modelo de financiación diferente. El fracaso de un pacto de estabilidad en la Generalitat supondrá para el PP trasladar la crisis a Madrid.