Edward Lucie-Smith, ayer en Palma, donde visitó la Fundació Pilar i Joan Miró. Foto: JAUME MOREY

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Edward Lucie-Smith (Kingston, Jamaica, 1933) forma, junto con Robert Hughes y John Richardson, la tríada de grandes escritores de arte. Su carrera como analista y crítico se refleja en una veintena de libros, varios traducidos en Ediciones Destino. Su mirada al devenir de la plástica quedó recogida en «Movimientos artísticos desde 1945», publicado por primera vez en 1969, revisado y ampliado en 1995. Con un discurso plagado de referencias a los creadores de hoy mismo por todo el mundo, asegura que conoce de lo que habla porque viaja mucho a los centros de producción en países occidentales y de la periferia. Este intelectual de larga melena blanca y collar étnico al cuello ha visitado en Valldemossa a Nils Burwitz.

"Un joven artista me dijo hace días que todo arte es político y que lo contrario es mentira. ¿Tiene esto sentido para usted?
"El arte no puede no ser político en el sentido de que llega a alcanzar su contenido total dentro del contexto histórico en el que surge y desarrolla. La directora de la Fundación Tàpies dijo en una entrevista que todo el arte es político. Esto parece una afirmación demasiado estrecha y de poca inteligencia. La tradición de las artes en España, mirando a los grandes maestros, Velázquez Goya, tiene una vertiente política pero decir que sólo son artistas políticos no es correcto.

"Su clasificación de los estilos de finales del XX fue polémica. ¿En que se basó?
"Hay un clasicismo moderno que termina con los minimalistas, un cuadro de Richard Serra con una serpiente, que está en Bilbao, es el punto final. A partir de ahí se da una revuelta contra todas las cosas que estaban dejando fuera del arte, un regreso a lo que han dejado fuera. A finales del XIX el arte era anecdótico, político y sobrecargado porque muchos de los pintores de los grandes salones eran socialistas. Muchos cuadros de entonces, que hablan de las huelgas anarquistas, están olvidados. Uno de mis libros, «Trabajo y lucha», ilustra muchos de estos cuadros olvidados. Hemos vuelto atrás, a todos estos temas, para salir del arte conceptual. Por ejemplo, un arte político es el arte feminista. Lo explica la obra «La cena», de Judy Chicago (1979). Hay un arte con un contenido no estético. Soy experto en este campo del arte feminista, mayoritariamente estadounidense. También puedo hablarle del arte latinoamericano. El arte en Latinoamérica siempre tiene un componente político, en estos países se trata mucho sobre la identidad nacional. Feministas y latinoamericanos fueron los pioneros del cambio.

"¿Habla de unos parámetros que tienen más en cuenta el contenido que la forma?
"Es imposible separar ambos. Déjeme explicarle en pocas palabras cuáles son las más importantes manifestaciones en el arte de hoy. Una es el neoclasicismo. En este momento hay una exposición en el Palazzo Forti, en Verona, con artistas de China, Rusia, Italia, Israel, Croacia, América, Suecia, de todo el mundo, y nada de España porque sospecho que el arte en España se vende tan bien y tan rápido que no tengo ni ilustraciones. Me hubiera gustado contar con Guillermo Pérez-Villalta y Dino Valls. Los neoclasicistas echan la vista atrás, al clasicismo y los grandes maestros. La otra tendencia, además de mirar a la historia del arte, abre una comunicación con las ciencias, sobre todo con la genética. ¿Conoce la representación de la cadena del ADN? Sobre esto hay una gran exposición en Minneapolis. Uno de los artistas más importantes de ella es el brasileño Eduardo Kac, profesor en Estados Unidos. Esta tendencia es la úniva nueva en las artes norteamericanas. Por otra parte, Nils Birwitz ya ha hecho arte sobre esta tendencia en Sudáfica, sobre el desarrollo anatómico del ser humano. Por eso estoy en Mallorca, para escribir estas tendencias en su obra.