La Cátedra de la Seu. | Gaspar Valero

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La Catedral de Mallorca contiene y conserva numerosos elementos artísticos y otros tantos objetos litúrgicos y, como no, accesorios y enseres para las celebraciones religiosas. Hay algunos que son más importantes o valiosos que otros y, especialmente, los más antiguos suelen ir acompañados de leyendas y tradiciones o, simplemente, de anécdotas y fábulas. He aquí tres de estos elementos remarcables y cargados de simbología.

La cátedra que da nombre a la Catedral

La cátedra o sede episcopal centraliza el fondo del presbiterio o Capilla Real de la catedral de Mallorca. El diccionario define la cátedra como la silla o trono oficial de un prelado, de un profesor o de una alta autoridad; en nuestro caso, se trata de la suntuosa silla oficial del obispo de Mallorca. La primera cátedra parece que ocupa este espacio desde 1328, recién construida la Capilla Real, adosada entonces a la nave de lo que había sido la mezquita musulmana. El primer libro de fábrica y sacristía de la Seu cuenta del traslado de las sillas de los canónigos al «cap nou», nombre con el que se conocía la estructura recientemente construïda o Capilla Real. El coro de los canónigos acompañó, según Marcel Durliat, «un trono episcopal en mármol colocado en el fondo del ábside, siguiendo una tradición muy antigua. Esta particularidad, que se observa también en Barcelona, donde fue instalada igualmente en el fondo del ábside una cátedra gótica destinada al obispo aproximadamente en la misma época, demuestra que, en la primera mitad del siglo XIV, el obispo todavía oficiaba desde este lugar en las dos catedrales. Ya no debió ser así durante mucho tiempo, pues la colocación de grandes retablos de madera esculpida, desde la segunda mitad del siglo XIV, tanto en Barcelona como en Palma, impondrá el desplazamiento del obispo. Su setial de mármol permanecerá sin embargo en el fondo del ábside, en recuerdo de las antiguas prácticas litúrgicas que estas dos catedrales habían conservado».

La cátedra episcopal de la Seo de Mallorca es de mármol blanco de Carrara y en 1346 se le añadió, por orden del obispo Berenguer Batle, una hornacina gótica, hecha en piedra de Santanyí; sus armas heráldicas, dos papagayos, aparecen esculpidas en la clave de la pequeña bóveda del nicho. En opinión de G. Llompart, I. Mateo y J. M. Palou, la cátedra -y su hornacina- dataría de los años de pontificado de Berenguer Batle y «no parece desacertado atribuir a Arnau de Campredon la talla de la cátedra episcopal, concebida siguiendo antiguas tradiciones, para presidir las celebraciones y oficios litúrgicos y el cor, con el que debe ser vinculada». La cátedra se levanta ocho palmos elevada del suelo, como símbolo de autoridad, sobre la sillería del coro, que se extiende en hemiciclo a ambos lados. En la base de la cátedra, aparecen esculturados dos leones, uno a cada lado. Estos animales parecen representar los símbolos de fuerza y de la vigilancia pastorales. Dice la tradición que ambas imágenes dejarían su estado pétreo y se convertirían en leones feroces, de carne y hueso, si el obispo de Mallorca estuviera amenazado de herejía o por alguna intriga de palacio, y protegerían a su amo. Cuidado, porque, si algún día, un obispo se alejara de la ortodoxia religiosa, ¡él mismo también recibiría de estos feroces guardianes!.

Desde un punto de vista litúrgico, el ceremonial de más categoría celebrado en la Seo de Mallorca se llamaba pontifical, también dicho «fer Seu», porque el obispo presidía desde la sede o cátedra de mármol, y concelebraba con doce presbíteros. El obispo Batle ya pontificaba en 1333, un siglo antes que Gil Sánchez Muñoz, que renunció al papado en 1429, aumentara el ceremonial de la mitra mallorquina. Los días señalados para tal solemnidad eran: Navidad, Jueves Santo, Pascua, Cinquagesma, la Asunción de Nuestra Señora y Todos los Santos.

El «llantoner» de la Seu

El «llantoner» o lampadario de la Catedral era el sistema de iluminación más importante de la capilla real del templo catedralicio de Mallorca. El nombre de «llantoner», según el diccionario Alcover-Moll responde a un conjunto de cercos de hierro unidos formando como un salomón que en lugar de cirios sostiene «llantons», es decir, vasos o pequeños recipientes para poner aceite y una mecha para hacer luz, para iluminar una iglesia o una gran sala. El «llantoner» de la Seu tiene 365 lamparones y, desde tiempo inmemorial hasta principios del siglo XX, estaba situado en lo alto de la capilla real, centrado sobre el altar mayor. Según Mn. Baltasar Morey, lo bajaban, llenaban los pequeños recipientes de aceite, los encendían uno a uno, y volvían a subir el lampadario con una polea cuadernal. En 1904, con motivo de la reforma de Gaudí, cambiaron su ubicación, ya que lo pusieron en medio de la nave central, concretamente en la cuarta bóveda desde el portal mayor.

Tiene leyenda, este «llantoner», ya que una cierta tradición, para nada verosímil, dice que provenía de la sinagoga del Call o barrio judío. En este sentido, el historiador Joan Dameto, menciona la opinión de fray Gonzaga de Ori, sobre "el candelero de la capilla mayor de esta catedral, que también afirma que fue traído del templo hierosolimitano". P. A. Matheu se hace eco de esta leyenda, cuando dice que «en el centro de la [nave] mayor figura un gran lamparón que constaba de 365 luces y procede según tradición, de la sinagoga judía del rabí Solam, cerrada hacia el año 1435». Miquel dels Sants Oliver también menciona este tema cuando habla del «gran lantero mosaico, recuerdo de la sinagoga».

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Dicen los historiadores Gabriel Llompart y Jaume Riera que «la tradición del origen judío del ‘llantoner’ de la Seu sigue afirmándose pertinazmente entre los eruditos, por más que carezca de toda referencia documental segura. El P. Villanueva, ante esta tradición, reaccionó con su admirable prudencia y comentó, con sencillez, que el sistema de iluminación por medio de lámparas de cristal no era peculiar de los judíos y que, por tanto, no había razones intrínsecas por creerlo procedente de una sinagoga. Nosotros, quizás demasiado atrevidamente, no nos estamos de declarar que tenemos esta tradición por tan falsa como la del reloj [y campana de Cort], y, mientras esperamos la exhumación del documento que demostrará que el ‘llantoner’ de la Catedral fue construido para una iglesia cristiana, es decir, para la Seu misma, aduciremos ahora tres argumentos en favor de la presunción de que el ‘llantoner’ no procede de ninguna sinagoga de Mallorca».

El primer argumento, añaden Llompart y Riera, es que «ya en el siglo XIV, en la Catedral de Mallorca había unos sacristanes que recibían el nombre específico de ‘llenters’. Un segundo argumento, bastante poderoso, es que toda la tradición supuestamente unánime sobre el origen judío del ‘llantoner’ de la Seu se apoya en una sola frase de Benet Espanyol, y todavía contradictoria e inconcreta: "E diu-se més avant, segons se troba per memòria feta per lo rabí Solam, qui es feu cristià, que lo llantoner de la Seu era de la sinagoga dels jueus ". Y un tercer argumento, quizá concluyente, para presumir de que el lampadario de la Seu no puede proceder de ninguna sinagoga de Mallorca, es que siendo todas ellas muy reducidas, simplemente, ni pasaría por la puerta, ni apenas habría cabido».

El sepulcro antiguo del rey Jaume II

En 1306 el rey Jaume II de Mallorca había expresado en su testamento la voluntad de construir la capilla de la Trinidad de la Catedral como mausoleo real, donde él y sus descendientes debían ser enterrados. Sin embargo, tales órdenes no se cumplieron y, durante siglos, la tumba del rey Jaume II estuvo ante el altar mayor de la Seu. Poco después, descubrieron, para sorpresa de todos, que el cádaver real era un cuerpo incorrupto. La alegría y la fiesta fueron grandes, abriendose, a partir de aquel descubrimiento, la tumba a menudo, para poder contemplar ese cuerpo libre de corrupción, vestido de brocado carmesí. Sin embargo, muchas opiniones señalaban que eta costumbre tenía más de profanación que de advocación respetuosa. Así las cosas, en 1779, el rey de España Carlos III de Borbón patrocinó un nuevo sepulcro, esculpido por Sabatini, actualmente conservado en el Museu d’Art Sacre de Mallorca (antiguo Museu Diocesà). Pero, aun así, por un cajón lateral, los monaguillos de la Catedral mostraban el cadáver del monarca a todo aquel que quisiera verlo. Lamentablemente, la custodia de los reales restos no era nada eficiente, ya que había gente que robaba, como recuerdo, algún fragmento de la ropa o del cuerpo. Al fin, en 1946, Frederic Marès, el escultor de los mausoleos reales modernos de Poblet, cinceló dos nuevos sepulcros, de estilo neogótico, el de Jaume II y el de Jaume III, instalados en sendos nichos o arcosolis de la capilla de la Santísima Trinidad. Por cierto, el sepulcro del rei Sanç o Sancho, se perdió en la catedral de Perpinyà; por ello, las instituciones mallorquinas sufragaron un monumento funerario, también obra de F. Marés, que se puede visitar en dicha catedral del Rosselló.

Gaston Vuillier, en 1893, cuenta detalladamente, en un relato no exento de suspense, la visita al sepulcro de Jaume II, en la Catedral de Mallorca: "La inmensa nave está sumergida en la oscuridad; unas mallorquinas vagamente entrevistas, arrodilladas sobre las losas , pasan el rosario, sin detenerse más que para agitar silenciosamente los abanicos, también hay algunos hombres, que rezan fervorosamente.Después el canto cesa, los cirios se apagan poco a poco, y los canónigos se van silenciosamente , desapareciendo uno a uno, entre las sombras de las altas columnas. Entonces, alguien se acerca a nosotros, y susurra: — Vengan. Le seguimos: un cura y un amigo de Sellarès vienen con nosotros. Confieso que estoy extraordinariamente intrigado. Encienden antorchas, y nos encontramos de pronto ante un sarcófago de mármol negro que en la parte superior tiene un cetro, una espada y una corona real. En uno de los lados leo la siguiente inscripción grabada en el mármol:

«Aquí reposa el cadáver del sereníssimo / Señor Don Jaime de Aragón, II / Rey de Mallorca / Que merece la más pía y laudable / Memoria en los anales. Falleció / en 28 de mayo de 1311»

«—Abrid—, dice Sellarès en voz baja. Meten una llave en el mármol, levantándose uno de sus lados pequeños: hay un ataúd; lo estiran hacia fuera. El cadáver del rey está ante nuestros ojos, vestido de armiño, la boca bien abierta y las órbitas muy adentradas. Anchas gotas de cera que han caído de los cirios parecen lágrimas coaguladas sobre la cara feroz: se diría que este cadáver pasa pena de las miradas que turban su último sueño. A la claridad de las antorchas, la corona luce, y la espada resplandece como si todavía quedaran rayos gloriosos entre estos restos fúnebres de una realeza. Después de contemplar este espectáculo unos instantes, vuelven a meter el ataúd en la tumba, ruedan la llave, y volvemos a atravesar la nave inmensa, donde resuenan nuestros pasos sobre las losas". Vuillier acaba formulando unas reflexiones muy duras sobre la falta de respeto hacia el «bon e savi» rey de Mallorca. Tiene toda la razón... Y todo por unos céntimos de propina!!