Dolores Macías y su marido, Miguel, en la finca de Muro donde trabajan. | Pep Córcoles

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La historia de Dolores Macías Martínez, payesa de Muro, es la vida al revés. Mientras durante las últimas décadas muchos chicos y chicas dejaban sus estudios, el campo u oficios familiares para incorporarse al fácil trabajo de la hostelería, Dolores ha hecho lo contrario. «Tuve que plantearme seriamente el futuro, era joven, madre y la hostelería se ha convertido en una auténtica esclavitud. Yo no tenía tiempo para los míos y no me sentía recompensada económicamente. Por eso me quise dedicar al campo junto a mi marido», explica..

Loli, como la llaman sus amigos, ha superado ya los cincuenta años y desde hace veintitrés se dedica plenamente a la agricultura. «Yo era oficial administrativo en una importante cadena hotelera, mi actual esposo era payés. Nos conocimos y nuestra forma de cortejar fue trabajar en el campo por lo que yo ya sabía algo de lo dura que es la vida del agricultor. –Cuenta– pero aún así no la cambio por otra porque es un trabajo sano, feliz y me permite estar con los míos, conciliar mejor la vida familiar».

Loli es el ejemplo de mujer payesa puesto que casi siempre la esposa del payés comparte el trabajo de su marido. No obstante puntualiza, «las payesas, igual que otras muchas mujeres hacemos doble trabajo porque cuidamos de la casa y también del campo. Yo me levanto por las mañanas y mientras mi marido comienza las labores agrícolas del día, yo hago las faenas de la casa y luego me incorporo al campo».

La payesa cuenta que «cuando trabajaba en el hotel apenas tenía tiempo. Mis hijos iban a la guardería. Los días libres no me coincidían con los de mi novio y luego mi esposo. Me he perdido infinidad de cumpleaños, bodas, comuniones y otras fiestas familiares a las que tenía que ir mi marido solo».

Por esas razones Loli decidió dar un cambio brusco a su vida en el año 2000. «Le dije a mi marido que yo quería trabajar en el campo con él. De esta forma pedimos un puesto en varios mercados y yo me dedicaba a vender nuestras verduras y hortalizas», dice. «No significa menos trabajo que en el hotel, pero me organizaba yo mi tiempo y al final ganaba más dinero».

En la actualidad trabaja una 20 ‘quarterades’ de huerto en la finca de Son Monget, muy próxima a la s’Albufera de Mallorca. «A mi no me asusta el trabajo y la agricultura da mucho, –dice– pero también me gusta ganar dinero y estar con mis hijos y ahora con mis nietos. Si tuviera que tomar de nuevo esta decisión elegiría el campo».