Aspecto de la oficina de Palma, ayer a media mañana. | M. À. Cañellas

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Nervios, desesperación, enfado, ... de lejos, lo mismo de cada año por estas fechas, pero de cerca, detrás de cada caso hay una persona o una familia que estos días lo pasa mal porque a menos de una semana para empezar el curso aún no sabe a qué colegio irá su hijo o sus hijos.

La mayoría de las personas que pasan estos días por la Oficina de Escolarización de Palma (la que tiene más demanda) sin cita previa son recién llegadas, de otras comunidades, países o simplemente de otro municipio.
La única persona que les atiende, desbordada por las circunstancias -habría que preguntarse por qué la Conselleria d´Educació no refuerza el personal estos días-, daba ayer citas para el día 21, más de una semana después de haber empezado el curso. Así fue para Susana, que ha llegado a Palma desde Santa Maria y busca plaza para su hijo José, que este año hará 5º de Primaria pero que el lunes no tendrá que madrugar porque para él ese día no empezará el colegio.

Teresa y su familia han llegado este verano a Palma desde Córdoba y ayer esperaban una solución sobre la escolarización de su hija de 3 años.

Asombro

También está recién llegado David, en su caso desde Barcelona, y aunque le habían dicho que le llamarían el día 7, como no había recibido la llamada, a media mañana decidió personarse en la oficina. «Espero lograr una plaza para mi hija de 3 años cerca de donde vivimos, en La Vileta, pero parece ser que no hay muchas posibilidades», «ya veremos dónde acaba», comentaba ayer un poco asombrado del caos que contemplaba a su alrededor.
Realmente indignada salió de la oficina María Àngeles, que quería apuntar a su hijo adolescente a un PQPI (Programes de Qualificació Professional Inicial) pero a la que echaron un jarro de agua fría cuando le dijeron «hay 600 personas en lista de espera para estos programas, apunte a su hijo a la escuela de adultos». «Luego dicen que somos un país de incultos, pues seguiremos siéndolo si no hay oportunidades para todos», se lamentaba.
No menos enfadada se marchaba Rosario, quien después de una larga espera no logró que le dieran plaza «en ninguno de los cinco colegios que tengo cerca de casa». «Tenemos plaza en Son Cladera, pero nos pilla muy lejos. Tendré que dejar a la niña un año más en la escoleta, porque si la tengo que llevar cada día hasta allí perderé el trabajo. Si lo pierdo, el año que viene me darán más puntos y entonces quizá sí tengamos plaza», ironizaba.
Y hoy, como ayer, anteayer o mañana, la estampa se repetirá: colas, nervios y una mayoría de esperanzas frustradas, pues a estas alturas del año las plazas disponibles son muy pocas.