Las mujeres grabaron a través de la mirilla algunas de las amenazas y acoso sufrido.

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«Vivimos atemorizadas. Hemos tenido que malvender el piso porque era imposible vivir en la misma finca que una persona que no paraba de insultarnos y amenazarnos», apunta la hija de la dueña del piso.

«Con 70 años y la vida resuelta, mi madre y yo nos hemos tenido que meter en una hipoteca. No es agradable pedir un préstamo y comenzar de nuevo en otro hogar. Además, estamos muy preocupadas porque nuestro acosador sabe donde vivimos y ya nos lo hemos encontrado por la zona. Sabemos que él a lo mejor no se atreve, pero sus compañías son muy malas», añade la denunciante.

Prefieren no ser fotografiadas y no facilitar datos de su nueva ubicación. Tienen miedo y se sienten totalmente desprotegidas por la policía. «Hemos llamada decenas de veces a la Policía Local explicando lo sucedido y no atendían nuestras demandas. Es más, al final ya nos decían que tenían servicios más importantes que cubrir que el nuestro. Hemos vivido una pesadilla», concluye.

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Las dos mujeres se vieron obligadas a vender su vivienda por las continuas amenazas y el acoso sistemático ejercido por parte de su vecino.

Los hechos sucedieron en un edificio de Palma en el que sólo están habitados dos de los pisos. La denunciante habitaba, ella sola, uno de la primera planta; el presunto acosador vive en la tercera. Todo comenzó a consecuencia de unas obras realizadas en ambas viviendas a cargo de un trabajador recomendado por la familia de la denunciante. El presunto acosador no estuvo de acuerdo con los acabados y la ejecución de la reforma. A partir de ese momento, el vecino del tercero tomó una actitud hostil manteniendo constantes mensajes, llamadas y audios con los familiares de la septuagenaria.

Audios

Los denunciantes aportaron al juzgado audios y grabaciones donde dice: «¿Qué quieres que meta una familia llena de gitanos encima de la casa de tu madre? Ya hablaremos cara a cara. No me toques los huevos porque ahora mismo bajo». A raíz de estos enfrentamientos constantes, ruidos, música, y acoso constante, la propietaria del inmueble, a sus 70 años, y su hija han tenido que marcharse. Ahora, piden a las autoridades que las protejan del presunto exvecino acosador.