El pequeño, en la foto junto a su padre, se encuentra ingresado en estado grave en Son Llàtzer. Foto: ALEJANDRO SEPÚLVEDA

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«Ese petardo no sólo ha destrozado la mano de mi hijo, también le ha hundido la vida, porque va a tener muy complicado poder trabajar en algo». El padre de Biladi Briaich, el niño marroquí que sufrió la amputación de una extremidad en Lloseta, tiene previsto denunciar al Ayuntamiento de esa localidad. La investigación policial, sin embargo, apunta a que el menor se apoderó del cohete de forma imprudente y descarta que lo encontrara tirado en una plaza.

Biladi permanece ingresado en la habitación 324 del hospital de Son Llàtzer, recuperándose de sus graves lesiones. Mostafá, el progenitor, contó ayer su versión de lo ocurrido: «El sábado por la noche había fiestas en el pueblo y mi hijo salió a jugar con unos amigos. Encontró en el suelo un petardo y se lo llevó a casa. Yo lo ví, pero pensé que ya estaba explotado, así que no le dí más importancia». A la mañana siguiente, domingo, el artefacto continuaba en la vivienda de los Briaisch, en la calle Reverendo Llorenç Pons. «Por la mañana nos levantamos sobre las diez y bajamos mis cuatro hijos, mi mujer y yo a la cocina. Menos mal que mi hijo pequeño no llevaba pantalones y mi esposa y otro de mis hijos se fueron a cambiarlo, a la habitación. Yo también salí de la casa y Biladi se quedó solo, jugando con el petardo», añadió.

El niño acercó el cohete a la llama del fogón de la cocina, que estaba encendido, con la intención de calentarlo. De repente se produjo una potente detonación, que le arrancó tres dedos de su mano derecha y la convirtió en un muñón. «Los vecinos dicen que fue como una explosión. En la cocina había sangre por todos lados y los trocitos de los dedos eran tan pequeños que no pudimos ni recogerlos para que los médicos intentaran reimplantarlos», contó Mostafá. «Gracias a Dios que al menos nadie más de mi familia resultó herido en la explosión, porque pocos minutos antes estaban mi mujer y los niños jugando junto al petardo», agregó. Ahora, la gran preocupación del albañil marroquí, que lleva siete años en Mallorca, es el futuro de su hijo: «Está acabado, sin una mano ya me dirás dónde va a encontrar trabajo, y encima nos han dicho los médicos que igual pierde uno de los dos dedos que le quedan». Mostafá tiene previsto denunciar al Ayuntamiento en cuanto su hijo salga del hospital y espera que le concedan una indemnización «porque nos va a hacer falta». La versión del petardo abandonado, sin embargo, no está muy clara.