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EMILIO LÓPEZ VERDÚ
La llamada de la noche fue demasiado fuerte para un joven paciente ingresado en un hospital de Palma, que se escapó de su habitación por unas horas para marcharse de copas. El ingresado permanecía en planta, en una de las habitaciones del centro médico por un traumatismo craneoencefálico de nivel medio que se había producido poco antes. A pesar de que no era una lesión especialmente grave, debía guardar reposo hasta nueva orden. Sin embargo, se acercaba el fin de semana y con él las ganas de salir de copas. Pasada la medianoche, el joven decidió cambiar el aburrido panorama de su habitación por el de los bares de la noche palmesana. El convaleciente se levantó de la cama, se vistió, bajó las dos plantas hasta la recepción y se marchó hacia la zona centro.

Su «fuga» no pasó desapercibida, y al poco tiempo uno de los trabajadores del hospital dio aviso de que la habitación estaba vacía y que el joven no daba señales de vida por ninguna parte. De este modo se activó el habitual protocolo que les obliga a anunciar al juzgado de guardia de Palma la ausencia del paciente, entre otras cosas porque el hospital no puede hacerse responsable del estado de salud del interno si abandona el centro por su cuenta y riesgo. Cuando todos los mecanismos ya estaban en marcha, el chaval se presentó ante la recepción del hospital a altas horas de la madrugada, explicando que había salido «de marcha».

Los recepcionistas se quedaron un tanto sorprendidos al ver al joven con varias copas de más. En su escueto informe ante el juzgado de guardia, el personal del hospital describe que el ingresado presentaba «claros síntomas de embriaguez» a su llegada al centro médico, y de hecho el joven permaneció dormido hasta bien entrada la mañana del sábado.