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¿Sigue hoy el cielo morado? ¿Dónde han acabado los globos violetas lanzados al aire un 8-M, otro Día de la Mujer? Movemos los labios y la lengua para decir no y siguen sin hacernos caso. Recorro el eco de los verbos y deseo con todas mis fuerzas que esta violencia hacia nosotras, seamos como seamos, en nuestra amplia y dispar elección de cómo queremos ser y estar, se acabe. ¿Qué más hacer ante esta permanencia de un modelo que debería estar relegado al museo de los horrores?

No sé vosotras, pero cansa tanto tener que contarnos, que explicar que nuestra diversidad es enriquecedora, que no queremos ni el bofetón ni la condescendencia, que no competimos, que nos gusta juntar palabras, darnos la mano, bailar, investigar, criar a nuestros hijos, amarnos en el respeto y que discrepar no es una paliza. Decir que no es un derecho universal. ¿Por qué cuesta tanto entenderlo? ¡Ay el mando y ordeno del modelo padrecito!

Me desperté este 8-M como un día cualquiera. Saltó una serie de noticias aleatorias en mi teléfono y entre ellas, entre morado y violeta, un edificio altísimo en L’Hospitalet de Llobregat, la Torre Puig T-2, veinte plantas para alojar a 500 empleados en las oficinas del segundo rascacielos que la empresa de perfumes ha elevado para investigar en el mundo de los olfatos, entre otros cuidados para el embellecer al cuerpo.

La estampa del edificio es esbelta y me atrae porque ya de niña miraba al cielo, y claro, me topo con esos minaretes tan altos como la luna. Hay algo de la película Metrópolis, de Fritz Lang, en la imagen de esta nueva arquitectura de la abundancia que me da escalofrío. Mal de alturas, quizá. Todos los trabajadores, los quinientos empleados, laboriosos, buscando el enigma de un perfume, en ese laboratorio que se ha llevado a cabo con la máxima eficiencia energética. A mí, me resulta simbólicamente muy masculino, muy bello también.

Líneas abajo leo que han situado la escultura Monument à la femme, de Joan Miró, y sonrío al guiño que supone para mí recordar la belleza de esta pieza que durante años vi en otra muy similar, de un tiraje distinto, en un paseo de Palma, y que no siempre estuvo bien cuidada por que hay quien se cree que las esculturas de la vía pública son juguetes de usar y tirar.

Miró tuvo una relación simbólica con los objetos cotidianos. Al parecer esta Mujer no es Eva, de quien nos han contado que nació del costillar de Adán. Esta Femme surgió de una pastilla de jabón de Puig que el pintor catalán empleaba para limpiar sus pinceles, y que de tanto usarla se le hizo un hueco en el centro, la femme jabón se quedó sin vientre. Un vacío en el torso de esta mujer de un artista con el que me gustaría sentarme a conversar, pero hoy elijo hablar con Pilar Juncosa, porque sé que las femmes del mundo nos llevan más lejos, más al cielo, que cualquier rascacielos por hermosos que sean.