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Ser balear no es nada fácil, ni siquiera el Dia de les Illes Balears, que es hoy 1 de marzo, y sentirse y declararse orgullosamente balear es más difícil todavía. Este problema conceptual no lo tiene un andaluz, por ejemplo, que sea de Jaén o de Sevilla es siempre andaluz, ni tampoco un catalán, que es muy catalán tanto si nació y reside en Barcelona como en Girona. O en Lleida o Tarragona, es igual. Pero si bien he conocido a muchos mallorquines, menorquines y hasta ibicencos, no he oído jamás a ninguno que se proclame balear así por las buenas. Salvo que se trate de un día como hoy, fiesta oficial de la Autonomía, o se le presione para que acepte esa identidad geográfica obvia, lo que suelen hacer con un leve encogimiento de hombros. «Ah, sí, bueno, vale», conceden. No es que les moleste ser baleares, es que casi nunca se acuerdan y no se les había ocurrido. Sencillamente, son mallorquines, menorquines o ibicencos. Mi madre, que emigró de joven a Valencia donde yo nací, fue mallorquina toda su vida, y cuando a los cuatro o cinco años me enteré de la existencia de las islas Baleares, y las descubrí en el mapa, siguió siendo mallorquina. Muy mallorquina, me atrevo a decir, pues hablaba mucho de Mallorca y nada del archipiélago. Quizá lo daba por descontado, y lo descontaba. Las islas son islas, es decir, aisladas, y tienen unos límites y fronteras muy definidos, que si te las saltas te caes al agua. Sin embargo, parece que esto no ocurre en Canarias, donde todos los canarios son canarios sean de la isla que sean, ni tampoco en Japón, donde además de las cinco islas principales hay más de 6.500 pequeñas, y todas están llenas de japoneses. Que el 11 de febrero celebran con fruición el Día de la Fundación Nacional, su fiesta oficial. A lo mejor lo nuestro es un poco raro, o es que tenemos una personalidad propia isleña muy marcada, y los archipiélagos nos parecen una imposición geográfica. O tal vez lo dicho de canarios, japoneses o andaluces sea una visión externa equivocada, ignorante de matices y diferencias. Es igual, puesto que hoy todos somos baleares, y por una vez al año no pasa nada. No es fácil ser balear, pero se solventa con algo de buena voluntad.