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Una cosa buena de la Nochebuena es que en ella nunca hay innovación, ni apenas actualizaciones, y a diferencia de un simple ordenador o un teléfono móvil, su narrativa aún es idéntica a la de los primeros modelos tradicionales. Si viajamos en el tiempo mediante la máquina de espejos espirales de Kózyrev, aquel célebre astrofísico ruso pionero en viajes temporales, pero no a las Navidades del año pasado sino a las de hace doscientos años por ejemplo, nos parecerá que la máquina ha fallado y no nos hemos movido ni un minuto de esta Nochebuena de 2023. Cualquier otro género literario no para de evolucionar y actualizarse en fondo y forma, fusionando modernidad con tradición y hasta convirtiendo grandes clásicos universales en dibujos animados para niños, pero las Navidades no. Su tradicionalismo iconográfico es tan estricto y severo que no admite modificaciones, y tal vez por su origen religioso y su valor comercial añadido, cada elemento navideño tiene que estar es su sitio sin que falte ninguno, ya se trate de anuncios de la lotería, de perfumes o de buenos deseos. Todos significan algo, lo simbolizan, y ya se sabe que los símbolos no se tocan. Sin embargo, eso no habría sido suficiente para que esta Nochebuena, naturalmente familiar, sea casi idéntica a las de nuestros bisabuelos, salvo pequeños detalles en las viandas y la vestimenta de las mujeres.

Para mí esto se debe a que si, como no dejan de repetir los creativos, modernidad y tradición casan perfectamente, y también realidad y ficción, las ficciones no encajan con otras ficciones distintas. No hay relatos de platillos volantes y fantasmas, ni de universos paralelos y zombis, ni de viajes en el tiempo y hadas. Y si los hay, son una gilipollez, porque ficción más ficción es tontería. Se repelen entre sí, chocan y rebotan. Y la Navidad es un ámbito ficticio cerrado, que ni siquiera tolera cambios de decoración, y mucho menos ficciones actualizadas, tipo científicos locos, realidad virtual o robots inteligentes que canten villancicos. No digo que estas cosas no existan, sino que no pintan nada hoy. Por fin un espacio libre de innovación. ¡Sin actualizaciones! Es lo bueno de la Nochebuena. Feliz Nochebuena.