La vida en un minuto

Vale más perder un minuto en la vida que la vida en un minuto. Supongo que esto vendría a cuento ahora mismo, cuando acabamos de pasar un puente en el que nunca faltan los accidentes. Si disfrutamos de unos días de asueto, por qué queremos eternizarlos con la muerte. En la muerte no hay vacaciones. No podemos volver a la vida por unos días, mientras pasa el puente festivo. Por no hablar de los accidentes que dejan secuelas, como quedar paralítico por un minuto de velocidad inadecuada. Las carreteras por las que yo circulo normalmente no son autopistas, pero nadie lo diría, a juzgar por la urgencia de los conductores que me adelantan de modo indebido cuando en realidad voy al límite de la velocidad permitida. Entonces pienso, qué mosca le habrá picado, si hoy es domingo, no tiene que ir al trabajo, si está de puente o de vacaciones de verano… Lo curioso es que, un par de quilómetros más adelante, me encuentro con el mismo coche haciendo cola en la gasolinera, o detrás de la caravana que se forma siempre por un motivo u otro. Y luego, ¡zas!, se merienda tres coches, y luego tres más, y tienen que hacerle un hueco porque no hay espacio suficiente, y viene otro coche y, ¡pumba!, de Madrid al cielo. Muy bien, pero no en coche accidentado.