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En una obra colectiva dirigida por el Nobel de Economía James Mirrlees se señala que un rasgo llamativo de la economía mundial es la gran desigualdad de las rentas; frente a ello, se aboga por adoptar unos sistemas de transferencia y tributarios cada vez más progresivos: subvenciones a la creación de empleo. Se deja constancia, por ejemplo, de los cambios registrados por el sistema impositivo en Gran Bretaña en los últimos treinta años, muchos de ellos siguiendo pautas generales observadas en los países occidentales desarrollados. Se señala que las reformas fiscales impulsadas por los laboristas se han orientado a la disminución de la desigualdad, mientras las auspiciadas por los conservadores han puesto mayor énfasis en reforzar incentivos al trabajo. A su vez, se analiza la fiscalidad de los ingresos laborales, con énfasis en el conflicto que se plantea entre eficiencia y equidad a la hora de establecer los tipos del impuesto sobre la renta de los asalariados. La combinación de la tributación con la retirada de prestaciones sociales puede dar lugar a elevados tipos de gravamen cuando los individuos deciden incorporarse al mercado de trabajo. Se propone la aplicación de un sistema de apoyo familiar integrado, que supere la división existente entre las distintas ayudas actuales. La inacción en este campo conduce a un escenario de gran dureza social: relegar a una creciente proporción de la población a una vida de escaso trabajo.

El planteamiento de Mirrlees recoge el sentido de que la dignidad es la esencia de la sostenibilidad social; por esto, las empresas deben preocuparse por los derechos humanos, máxime cuando en Estados Unidos la desigualdad en la distribución de la riqueza nunca ha sido tan grande como ahora, desde los años 1920. Otros análisis van en la misma dirección. Según Oxfam, 85 personas poseen el mismo volumen de riqueza que la mitad menos rica de la población mundial, a partir de un cálculo realizado con estimaciones del Crédit Suisse. Oxfam indica que la desigualdad extrema no es inevitable, y centra su atención en el desarrollo de servicios públicos de salud y educación gratuitos y en un sistema fiscal más justo que recaude más de aquellos con mayor poder económico. Los servicios públicos son una inversión de futuro, y de una importancia crítica si se quiere evitar que la sociedad se vea abocada a un mundo que sólo tiene en cuenta las necesidades de las élites. Los estudios sobre disfunciones sociales recientes establecen elevadas correlaciones con las desigualdades. Ésta es una de las principales conclusiones de las investigaciones de Richard Wilkinson y Kate Pickett, cuando interrelacionan la degradación de los procesos sociales, los problemas de salud mental, las dificultades en la movilidad social, los déficits educativos y sanitarios con el incremento de la inequidad. A su vez, Michel Husson ha destacado la relevancia del gasto público para girar la tendencia de la desigualdad, hasta el punto que este autor expone la idea de un ‘triángulo ganador’: el mayor esfuerzo público supone reducir la desigualdad y, por ende, mejorar la salud de la población. Recetas para el futuro inmediato.