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Para ser sincero, debo decir que la designación, por parte de Vox, de Gabriel Le Senne como presidente del Parlament, me ha asombrado porque, conociendo a sus mentores, me esperaba un retrógrado anclado en las autocracias del siglo XX; pero no a alguien que no hubiese digerido ni siquiera una migaja del Siglo de Oro. Los miembros de Vox que había visto actuar me recordaban los políticos de mi juventud, incluso algunos de mi niñez; pero nunca hubiese imaginado que en la actualidad pudiesen encontrar un personaje tan anacrónico como don Gabriel. Y no tengo para nada en cuenta su edad porque me es imposible imaginar que aún viviendo mil años más, su mente sea capaz de evolucionar un solo milímetro.

En cuanto a su catolicismo hay que poner en jaque su discernimiento porque esta religión adora a un Dios que es un espíritu puro y estos no pueden existir en un universo estrictamente material. El error nace de confundir conciencia con espíritu. Lo que las religiones teístas llaman Dios no puede ser más que la conciencia del universo. Y toda conciencia, para subsistir, está supeditada a un cuerpo.

Se define como liberal y al oírlo resonó en mi cabeza la libertad de Ayuso. Se ve que la derecha hispánica tiene un recóndita fábrica en la cual producen libertarios a la carta. Al recapacitar sobre ello vino de súbito a mi mente uno de los abundantes personajes que carecen de los recursos suficientes para poder abastecerse con los mínimos bienes necesarios para sobrevivir. Y que en el caso de que ese personaje leyese y entendiese tal afirmación debería preguntarse por qué en vez de ser tan liberal no intenta olvidarse de este cariz y hace algo más práctico para que a tantos no nos falte tanto.

Pero esta incongruencia no parece que a don Gabriel sea una preocupación que le ocupe demasiado la mente. Le conforta mucho más decir ‘viva Baleares' en castellano y ‘visca Espanya' en catalán, expresiones que le definen mejor a él que a la sociedad que debería servir. Así, posiblemente se sienta capaz de votar la ley que da libertad de elección a los padres para que elijan el idioma de sus hijos en el sistema educativo; una ley que castigará todavía más a un idioma catalán que se está muriendo, pero que a él no puede importarle porque está convencido que con el castellano todos nos entendemos. Aunque olvida, a pesar de estar tan anclado en el pasado, que la primera misión de un político debería ser proteger las ancestrales costumbres de su país, aunque no le satisfagan.

Llegando a este punto, poco queda por decir de este nuevo presidente, porque elogios no se le ha dedicado prácticamente ninguno; pero vituperios todos los que figuran en el diccionario. Más alguno de postrera edición. Los que no hemos elegido estas Islas para vivir, porque nos vinieron dadas con el nacimiento, nos preguntamos por qué razón el universo nos tiene que castigar a tener nuestra segunda autoridad a un nivel humano, social y político tan anacrónico. De momento, la razón que se me ocurre es que los del PP pueden haber consentido admitir esta incongruencia para que se constate claramente que ellos y Vox no son lo mismo; pero una conveniencia aclaratoria en ningún caso puede justificar un exceso de esta altura. Además, aceptarlo ya es en sí mismo una conformidad porque en el cometido de su cargo no es posible obviar la más mínima responsabilidad. En el caso de hacerlo entraríamos de lleno en un declive imparable. Y este horizonte se divisa espeluznante.