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Mañana, 7 de julio, festividad de San Fermín, obispo de Amiens allá por el siglo III, la campanera Margalida Prohens Rigo jurará, D.m., su cargo como presidenta del Govern de les Illes Balears.

La coincidencia tiene su aquel, porque los morlacos que perseguirán a la líder popular en Balears durante toda la legislatura no son precisamente mansos. Prohens ha cumplido con nota el primer encargo que le hicieron sus votantes, el de desalojar del Consolat a Armengol y sus socios para evitar que el deterioro y la indolencia continuaran. Pero librar a un enfermo de la muerte inminente no significa curarlo.

Será a partir de este viernes cuando la flamante presidenta comience a ser evaluada por lo que hace, y no por lo que dice que va a hacer.

Para empezar, a los problemas y servidumbres que acarrea cualquier gestión de gobierno, Marga Prohens deberá agregar la pesada mochila que le pretende colgar Vox. Ya anunció el martes Idoia Ribas que sometería a vigilancia el cumplimiento de los 110 puntos pactados. En realidad, ninguno de esos acuerdos supone lastre alguno para los populares, aunque Vox presuma exageradamente de haber condicionado la acción de gobierno. Menos lobos, Caperucita. Las cuestiones más polémicas –las que chiflan a Vox–, como las lingüísticas, no implican cambios normativos trascendentes. Por más que Lluís Apesteguia se ponga trágico, la Llei de Normalització Lingüística, que prevé la libre elección de la primera lengua de aprendizaje (artículo 18), fue aprobada por unanimidad, incluyendo a sus predecesores, en 1986. Representaban entonces al PSM los diputados Damià Pons y Sebastià Serra, nada menos. Obviamente, también bendijeron sin problema el artículo 20 de la ley, que obligaba al Govern a adoptar las medidas necesarias para el correcto uso en el ámbito escolar de las lenguas catalana y castellana. Probablemente, Apesteguia no haya leído jamás la LNL, porque para su política es más útil la propaganda que la realidad. Por cierto, también votaron a favor de esa ley –que la izquierda dice idolatrar– los once diputados del PSOE y los seis de Unió Mallorquina. En el PI, pues, deberían ponerse tranquilos.

Ocultan los socialistas que, cuando se estaba gestando la insulsa e irrelevante Llei d’Educació de les Illes Balears, el entonces conseller, Martí March, con el consenso mayoritario del sector, tenía pactado con Prohens que el castellano sería lengua vehicular en la escuela, con una presencia mínima del 25 por ciento de la carga horaria en todos los centros, un consenso de país que hubiera finiquitado las ínfulas de los extremos. Pero ya sabemos que el deporte que mejor dominan los socialistas es el de desdecirse de la palabra dada, sin rubor alguno y sin previo aviso. Bastó con que Més y su brazo sindical amenazaran con romper la paz interna del Pacte, para que el PSIB sacrificara el sentido común y los postulados de la LNL en favor de los posicionamientos radicales de sus socios. Los socialistas fueron, así, cómplices activos de una regulación que lo único que hace es alimentar los discursos de la extrema derecha y la extrema izquierda.

Este es solo un ejemplo del encaste y bravura de los toros que deberá lidiar Marga Prohens estos cuatro años. Que Dios le reparta suerte y Viva San Fermín.