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Quien acertó con la metáfora que mejor describe el concepto que tiene Pedro Sánchez de cuanto se ha servido en algún momento de su trayectoria fue Andoni Ortuzar, presidente del PNV. «Todos los que han estado alrededor del presidente del Gobierno tienen la sensación de ser como kleenex de usar y tirar. Creo que nos ha utilizado a todos sin excepción, incluido su propio partido». La última prueba de esa forma de hacer política quedó reflejada en la reciente entrevista en Onda Cero. Apuntillaba a Irene Montero, la ministra más impopular del Gobierno, criticando que el discurso feminista de la ministra de Igualdad estaba basado «más en la confrontación que en la integración. Es la tarea pendiente que tiene la España progresista». ¡Cuatro años después de mantenerla sentada en la mesa del Consejo de Ministros!, ha caído en la cuenta del sectarismo de quien ha rechazado todas las criticas que suscitaba su gestión en el Ministerio de Igualdad.

Sectarismo que alcanzó su cenit en el desastre de la ley del ‘solo sí es sí’. La misma Montero que contó con el apoyo presidencial para doblarle el pulso a la entonces vicepresidenta Carmen Calvo –defensora de un feminismo basado en la integración– ahora, que ya no la quieren ni en las listas de Sumar, también ha caído en desgracia a ojos de Sánchez. No la destituye pero –como diría Ortuzar–, ha pasado a la condición de kleenex. Durante estos cuatro años, Montero y las restantes ministras de Unidas Podemos fueron las piezas instrumentales que facilitaron la culminación de la estrategia de Sánchez: mantenerse en el poder.

Ahora que las encuestas anuncian tormenta, la táctica aconseja arrojar lastre por la borda renegando de Montero. Cuando el escándalo bautizado como el ‘Delcygate’, el kleenex del momento fue José Luis Ábalos, el otrora poderoso secretario de organización del PSOE. Ahora es la todavía ministra de Igualdad a quien señala con el dedo obviando que la ley del ‘solo sí es sí’ fue aprobada por el Consejo de Ministros del que es su presidente.