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Fue durante el confinamiento. A principios de junio de 2020. En esos días del estado de alarma (luego supimos que en realidad era de excepción) en los que consumíamos los días como podíamos. En Mallorca, más cerca ya de la incomprensión y del enfado que del miedo. En muchos balcones se había dejado de aplaudir, y no porque la labor de los sanitarios ya no nos pareciese meritoria, sino porque nos barruntábamos que encerrarnos en casa había sido la única idea que se les había ocurrido a nuestros gobernantes, y que todo era pura improvisación.

Andar por la terraza con el contador de pasos, leer, escribir, limpiar, ordenar, cocinar. Cumpleaños celebrados en una pantalla del móvil compartida, en los que con nuestra cara menos favorecida, nos quitábamos la palabra y hacíamos brindis virtuales.

Esos días todos iguales, de horizontes limitados y conversaciones interminables. Y un día, una llamada.   

- Me gustaría que escribieras una tribuna mensual en Ultima Hora. Mejor sobre temas locales ¿qué te parece?

Miquel Serra, el director de este periódico.

Así empezaba una colaboración que ha durado casi tres años y que finaliza hoy –por ahora– con esta tribuna.

Empecé con un artículo en el que hablaba del paralelismo entre las medidas tomadas en Palma durante la epidemia de fiebre amarilla (septiembre 1821 - enero de 1822) y las que se estaban aplicando en aquel momento. Y denunciaba que tras dos siglos de avances de todo tipo, no se había sido capaz de enfrentar la pandemia de modo distinto a aquél momento en el que la sanidad estaba en mantillas. Es decir, con el confinamiento riguroso de los ciudadanos.

Después de esa primera tribuna, han seguido otras muchas en las que siempre he tenido la libertad de decir lo que quisiera, sin un pero. Créanme que no es poca cosa en estos tiempos.

He intentado hablar de lo que creía que podía interesar a los lectores (político o no) y hacerlo con la mayor honestidad posible. No siempre lo habré conseguido, ni habrá gustado mi enfoque de algunos temas. Pero es que se trata de una tribuna de opinión, no de información, y que el único límite debe estar en no faltar a la verdad.

Y si durante todo estos años, he estado opinando sobre lo que ocurría en nuestra Isla, denunciando lo que me parecía mal, e incluso planteando alternativas, no carece de lógica que al proponérmelo, decidiese dar el paso de volver a una actividad por la que ya pasé hace mucho tiempo, durante cuatro años escasos. La política.

Así que me embarco de nuevo, en este caso como número dos de la lista de Fulgencio Coll al Ayuntamiento de Palma, con la certeza de que si existe la voluntad de cambiar las cosas, ideas sensatas sobre cómo hacerlo y vocación de servicio, vale la pena intentarlo.

El Ayuntamiento es la institución más cercana al ciudadano, ese que no entiende de reparto competencial y al que no le importa a quién le toca arreglar qué. Por eso la política municipal puede ser la más ingrata.

Pero al mismo tiempo es aquella en la que más pronto puedes ver los resultados de tu trabajo porque hay actuaciones que sólo necesitan ganas de trabajar, buenas ideas y mucho, mucho empeño. El mismo que uno pone en tener su casa en condiciones, porque al fin y al cabo, ahí es donde transcurre tu vida.

Y sobre todo, en tu ciudad, si lo haces mal, nunca puedes escapar del escrutinio de tus vecinos. Y eso, aunque parezca mentira, es lo mejor que le puede pasar a un político.

Espero no haberles defraudado con mis tribunas, y sobre todo no hacerlo a partir de ahora desde la política. Muchas gracias.