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La editorial Sekotia ha publicado a José Luis Orella su Historia del Fascismo, que estimo especialmente recomendable a quienes utilizan frívolamente el palabro y su apócope ‘facha agresivamente.

Para hablar del fascismo hoy, hay que hacerlo preferentemente en pasado; pues ya sólo es eso. Aunque el palabro, como proyectil, está continuamente en boca de ‘progres’ e izquierdosos que lo escupen a la cara de los más o menos conservadores, a la menor ocasión.

El fascismo fue un movimiento político que tiene mal encaje con las corrientes ideológicas que reducen lo político a derechas e izquierdas. Su fundador, Benito Mussolini, había sido socialista. Si bien, en el movimiento (pues más que un partido era eso) los hubo con antecedentes derechistas e izquierdistas. Todos ultranacionalistas, que como tales vivían la ideología como una religión secular. Su tratamiento ideológico resulta, pues, complejo y la aparición del nazismo le complicó aún más la definición; sobre todo cuando ambas palabras se usan como sinónimos, a pesar de que sus analogías son escasas.   

Hoy, ya lo señalé, es un concepto manejado más como intento de descalificación, o insulto, que como definición. En los años 20 y 30 del siglo XX era parte del nombre del partido fundado por Benito Mussolini en 1919 como movimiento que defendía el corporativismo y la unidad nacional italiana. Fue seguido por muchos católicos como tercera vía entre el capitalismo y el socialismo, ya que seguía, en política del trabajo, la Doctrina Social de la Iglesia.

El movimiento fascista fue genuino de Mussolini, quien no solo quería conquistar el poder político, sino también el mundo de la cultura, el arte y el deporte; y controlar la juventud. Conectando con los movimientos artísticos como el futurismo de Filippo Tommaso Marinetti, la primera vanguardia italiana del novecientos. Muchos intelectuales se interesaron por el modelo de Estado corporativo del fascismo. Entre ellos el ministro de trabajo de Primo de Rivera, Eduardo Aunós. El poeta D’Annunzio fue uno de los ideólogos. Para Aunós la sociedad liberal había muerto. Sus alternativas eran el comunismo o el corporativismo, que culminó con la destitución, fuga y asesinato de su fundador. Pervive hoy como un mero fenómeno del pasado, cuyos pequeños rescoldos apenas sobreviven entre sus cenizas.