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España no puede ser considerada una democracia fallida porque, como quedó patente en una entrevista que Victoria Prego realizó durante la Transición a Adolfo Suárez, su cardinal ejecutor, cuando le preguntó por qué no refrendaba si el pueblo prefería monarquía o república, Suárez le contestó que porque en todas las encuestas que llevaban ejecutadas siempre les salía república. Ésta es un prueba irrefutable de que la democracia, desde el principio, ya fue soslayada, por lo cual no puede ser considerada como fallida, sino que fue esquivada desde su concepción. La esencial cuestión que debe dilucidarse en la concepción de todo sistema político es su forma de Estado y si no se pregunta al pueblo por su preferencia, es evidente que no se busca una democracia, sino algo diferente. Ahora, que tantos definen la democracia española como fallida deberían ver que esto no es posible, porque nunca fue concebida como tal, sino como una estafa. Como mucho, debería definirse como una estafa fallida. Por ello los habitantes de este Imperio que sean auténticos demócratas se ven impelidos a ser independentistas o a darse constantemente de bruces con una estructura incapaz de satisfacer sus anhelos.

La dificultad de pretender hacer creer que es lo que no se es lleva, con más frecuencia de lo soportable para cualquier sociedad, a tener que mostrar sus vergüenzas. Si tenemos en cuenta que está situada en la UE, cuyo gran principio es precisamente la observación de la democracia, se halla reiteradamente en una situación anómala. El problema del Imperio de no poder hacer efectiva la democracia no es la Constitución, sino la estructura mental dominante y especialmente la de los estamentos claves que ejercen y ejecutan un poder capital. La democracia la crearon los griegos hace dos mil años, pero en la Europa moderna quien la adaptó a su idiosincrasia fue la burguesía. Por esta razón, a las sociedades que no han recibido el baño burgués les cuesta tanto adaptarse al sistema democrático.

Así, en el Imperio resulta prácticamente imposible implantarla de forma efectiva; excepto en Euskadi y Catalunya, gracias a su intensa herencia burguesa. Además, en el mundo actual la burguesía ya está prácticamente extinta y ha sido relevada por la aristocracia del capital, con lo cual España está todavía más en un limbo. El sistema democrático que se practica está en crisis, con la imperiosa necesidad de buscar una nueva praxis. Esta crisis se nota en países con larga práctica democrática, como EEUU y bastantes de la UE. Si debido a la desaparición de la burguesía el sistema democrático está en crisis, da terror pensar en los que ni siquiera son capaces de adaptarse al que está desapareciendo, como es el caso de muchas zonas del Imperio español. Si se es incapaz de adaptarse al sistema practicado, todavía resulta más problemático encontrar el camino para desenvolverse con el que se está buscando, ya que forzosamente el salto debe ser muy superior. Por esto, en el Imperio, los pueblos con herencia burguesa intentan independizarse. Puede parecer un egoísmo querer independizarse de alguien que te necesita. Pero no se trata de egoísmo, sino de supervivencia. El que necesita tu ayuda no solo no la reconoce, sino que la injuria. Exigiendo tenerte sometido a sus necesidades, sean materiales o inmateriales, para poder seguir contando con tus aportaciones sin ninguna compensación. Si el Imperio a tantos nos da desazón, no es sólo por su ineptitud ante la democracia, sino por su total aversión hacia ella.