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Corrían los años treinta del siglo pasado. Boris von Skossyreff, un espía ruso, que vivía en Mallorca con una multimillonaria británica, fue expulsado de la Isla en aplicación de la ley de vagos y maleantes que la Segunda República acababa de promulgar. El personaje, que más que otra cosa era un aventurero que se pasaba por aristócrata, duque de Orange, aunque no existiera tal ducado. Llegó a ser proclamado rey de Andorra con el nombre de Boris I. Su reinado fue breve. Aunque no tanto como la república de Puigdemont, cuya cronología se computa por segundos. Lo curioso del caso fue que se proclamó ‘rey de Andorra’ con el acuerdo del Consejo andorrano de los Valles, una especie de parlamento andorrano avant la lettre. Ejerciendo su reinado durante 13 días (del 8 al 21 de julio de 1934) hasta que fue arrestado por la Guardia Civil española siguiendo instrucciones del obispo de la Seo de Urgel, copríncipe andorrano.

El 7 de julio de 1934 el síndico general de los Valles (máximo representante de la autoridad civil andorrana) había convocado al Consejo General para tratar la propuesta que le hiciera nuestro personaje, para modernizar el país y transformarlo en uno de los más prósperos centros empresariales del mundo, donde bancos y compañías internacionales no tardarían en instalarse aprovechándose del régimen fiscal que se instauraría. A cambio de la prosperidad que les prometía, la contrapartida era el trono andorrano para Boris I. La aceptación de la propuesta fue casi unánime. Solo uno de los 25 síndicos, el representante de Encamp votó en contra de la monarquía. Detenido el monarca por la Guardia Civil, que fue requerida por el obispo de la Seo de Urgel, copríncipe de Andorra, fue trasladado a Barcelona y Madrid y expulsado de España, vía Portugal. Nuevamente por la ley de vagos y maleantes. No terminando su azarosa vida aquí. Pues también fue juzgado por los rusos y enviado a Siberia, de donde escapó, regresando a la Alemania nazi, con quienes al parecer colaboró, pasando a vivir a Boppard, donde murió. Interesante y sugestiva la vida de quien fue, por unos días, rey en los Pirineos.