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Casi toda la mística y el pensamiento religioso, sea budista, hebreo, taoísta, cristiano y hasta ateo, además de en algunas figuras retóricas (metáforas, hipérboles, anáforas, perífrasis, retruécanos), se basa en cuatro reglas muy sencillas. La principal, el abuso de paradojas, la síntesis de contrarios, la superación de opuestos, la apoteosis de las dicotomías. La muerte es la vida, la vida es la muerte, el todo es nada, la nada es el todo, el vacío está lleno, muero porque no muero. Chorradas así. El Yin y el Yang, el Yun y el Yu, los últimos serán los primeros, la memoria es olvido, lo que fue será, perder es ganar, la perfección imperfecta (Sutra), el éxito del fracaso, etcétera. Y así un oxímoron tras otro, hasta lograr la unidad de los contrarios, que sería el colmo de la sabiduría, la teología y la mística, así en Oriente como en Occidente. Si añades unas metáforas tautológicas ya casi tienes una doctrina, a base de símiles y paradojas. Simplezas, que sin embargo causaban mucha impresión en la gente de buena fe, pasmada por su profundidad y sabiduría. Que no se entendieran muy bien, reforzaban más esa impresión de palabras sabias, transcendentales, y el discípulo, informado previamente de que saber es no saber, y así sucesivamente, caía de bruces ante el maestro en señal de respeto. Pensarán que de esto hace mucho tiempo, y como ahora somos más listos, la receta de la fusión de contrarios (como modernidad y tradición, por ejemplo) no funciona. Y es cierto, pero no lo es. Místicos ya no hay, ni siquiera sabios muy profundos, pero doctrinas sí. Políticas, comerciales, económicas y hasta costumbristas. Y siguen valiéndose de las mismas cuatro reglas sencillitas, y las abusivas síntesis de opuestos que permiten sostener dos ideas antagónicas en la misma frase (el doblepensar de Orwell: la guerra es la paz, libertad es esclavitud, ignorancia es fuerza), por otra parte el pan nuestro de cada día de sociólogos, psicólogos y publicistas. Fíjense en los eslóganes, que es donde ahora reside el viejo misticismo y el pensamiento religioso. La sabiduría, que al estar en posesión de la verdad, aún deja boquiabierta a la gente. Y si no se entiende mucho, mejor.