El pasado 20 de octubre, en el Taller 6A de la calle Puresa, hubo un destello. No fue un destello luminoso, sino artístico; pero capaz de deslumbrar incluso a los espíritus más obnubilados. Ramon Canet, después de aproximadamente una década de silencio expositivo, mostró su obra reciente en el Taller 6A. Esta exposición, no solamente es de agradecer por la intrincada situación actual de la vida en general y del arte en particular, sino que es crucial para reflejar que en arte no se puede dar todo por dicho ni hecho. Y que la vida, para ser completa, además de alimento para el cuerpo, necesita luminosidad para el espíritu. Por esta razón Canet se ve obligado a evidenciar que su arte no puede circunscribirse a algo concreto, porque necesita exponer una versión natural de sus inquietudes fundamentales. Alerta al espectador para que la contemple desde todos los puntos de vista. Mantiene que a su arte no quiere limitarlo a lo cotidiano, que necesita, en mayor o menor medida según el momento y las circunstancias, dar una versión imperecedera; la que no puede centrarse en contingencias porque necesita exponer su anhelo íntimo, por único e insólito que pueda ser. Es preciso notar que es difícil de crear y de observar por ser esencialmente genuino; pero que el observador, al haberlo visto y asimilado, le resulta indeleble porque ya se lo ha apropiado.
Una exposición sin concesiones
22/11/22 0:29
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