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Hay iconos a mansalva, a millares, las señales de tráfico son iconos, y si entras en unos grandes almacenes encuentras más iconos significativos que mercancías. La pantalla de ordenador rebosa de iconos, y cualquier teléfono móvil está abarrotado de ellos, porque esta es la civilización del icono, y los cocineros icónicos elaboran salsas y ensaladas de iconos. Originariamente un icono era una imagen religiosa bizantina, rusa, georgiana o de por ahí, una estampa devota representativa de algo, pero Dios sabe cómo (misterios idiomáticos), el término se ha ido inflando hasta colonizar grandes áreas del lenguaje. Manejamos más iconos que palabras, y no sólo eso. Sufrimos una invasión de cosas, lugares, eventos y personas icónicas, y lo que no es icónico no vale la pena. Menudo periplo semántico, el de aquellas Vírgenes y santos del arte sagrado ruso. Ahora todo lo que es importante, o se hace famoso, deviene icónico, sea un paisaje, un monumento, una marca comercial, un escritor (o el cocinero mencionado), un estadio de fútbol o una prenda de ropa. Además de con los numerosos iconos mencionados, tropezamos con el adjetivo icónico veinte veces al día, como si no hubiera otra forma de adjetivar. Ya se sabe lo que pasa cuando un adjetivo, específico y poco frecuente, se pone de pronto de moda sin más ni más. Que se come a docenas de otros adjetivos, y lo que podría calificarse de excelente, célebre, legendario, importante, popular, simbólico o asombroso, es ya inevitablemente icónico. Jueces icónicos, políticos icónicos, tenistas icónicos… Ni siquiera hay estrellas de la canción o películas emblemáticas, sino cantantes y películas icónicas. Hasta asesinos icónicos tenemos. En tanto que signo representativo de cualquier cosa, y vista su abundancia ajena al arte sagrado, un icono no es gran cosa. Y sin embargo, basta calificar a alguien o algo (un tanga, por ejemplo) de icónico, para que alcance la excelencia y se convierta en acontecimiento. ¿Se podría decir que la civilización del icono, habituada a comunicarse mediante iconos, ya no sabe adjetivar? Desde luego que sí, es lo primero que salta a la vista ante tanta monserga icónica. Nos van a dejar sin palabras.