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Hace unos días, en un encuentro con unos empresarios, estos explicaban los problemas que tienen, las dificultades para disponer de liquidez, la postura de los bancos hace un año y, ahora, el acoso de la administración con inspecciones a todas horas y con muy malos modos, multas por cualquier cosa, y una escasa flexibilidad por parte de la Agencia Tributaria para aplazar el pago de algunos impuestos. Afortunadamente, me enteré más en una conversación de veinte minutos de cómo viven los empresarios de estas Islas la actual situación que en algo más de un año leyendo las declaraciones de los dirigentes de la patronal CAEB y sus asociaciones satélites.

Cuando pase todo en unos meses, y hay que decir afortunadamente que ya se ve el final del túnel, habrá que analizar con rigor el papel de patronal y también de los sindicatos en esta crisis, especialmente en Balears, donde la crítica con la gestión del Govern ha sido casi inexistente y se han convertido, con escasas excepciones, en meros convidados de piedra y en los palmeros de Armengol.

No sé si es por miedo a perder las subvenciones públicas o a los inspectores de Negueruela que envía a los empresarios díscolos, pero la realidad es que cuesta encontrar en las hemerotecas una posición contundente de la patronal CAEB respecto a la gestión de esta crisis, tanto del punto de vista sanitario como económico.

Sorprende que ahora desde la CAEB se hagan los ofendidos con la decisión del Govern de regular el precio de los PCR y amenacen con retirarse de la Mesa de Diálogo Social, que en realidad se ha convertido en el escenario donde Armengol impone las propuestas que filtra un día antes a los medios.

La muestra más patente del secundario papel de la gran patronal balear es que durante esta crisis hayan surgido nombres de empresarios que nadie conocía hasta ahora, que han salido más en los medios que Carmen Planas o María Frontera , la presidenta de los hoteleros. Ambas presidentas no han comprendido que han quedado muy atrás los tiempos en que había que estar atentas para hacerse la foto con Armengol o Sánchez.

En estas circunstancias, el papel de las patronales debería ser el de presionar hasta el límite para que lleguen las ayudas a las empresas y evitar así miles de quiebras y despidos. Lamentablemente, no sirve de nada que Armengol anuncie la llegada de 850 millones en ayudas cada dos por tres porque muchas empresas no tendrán más remedio que cerrar para siempre.

También cuesta entender que la patronal hotelera no haya presionado más para que los propios empresarios comprasen vacunas para sus empleados, como sí ha sido posible hacer en la República Dominicana, e intentar así salvar la temporada alta este año tras un verano prácticamente en blanco. Que representantes de las patronales critiquen al Govern en privado, por desgracia, no sirve para solucionar los problemas de los empresarios.

Como se ha comprobado a nivel empresarial la hoja de ruta ha sido de sálvese quien pueda. Cada uno ha gestionado con sus bancos la financiación que les permitiese superar este año de pandemia, pero muy pocos han encontrado ayuda por parte de la administración. Y que nadie intente vender que la situación de crisis se ha salvado gracias a los ERTE porque esta figura existe desde hace muchos años y no es un invento de ahora.

Las grandes patronales y, en menor medida, los sindicatos han perdido una oportunidad histórica para asumir un mayor rol en nuestra sociedad. Sin críticas a la gestión de los políticos gobernantes, hasta se podría cuestionar su razón de ser.