Pablo Delgado y Cristina Garau, en su estudio de Madrid. | David Zarzoso

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Su máxima es la atención y el cuidado del detalle; brindar soluciones precisas, sin excesos, a las necesidades específicas de cada proyecto. Junto al arquitecto Pablo Delgado, la mallorquina Cristina Garau (Palma, 1997) fundó el año pasado en Madrid el estudio Maximale Studio, con la singularidad y el rigor como seña de identidad. Ya han sido denominados como adalides del nuevo minimalismo, corriente que prescinde de lo innecesario. «No llevamos el minimalismo por bandera, pero no nos gusta el añadir por añadir. No nos inquieta que haya poca cosa, si lo que hay cumple con las necesidades. Partimos de cero y vamos construyendo, y lo importante es saber en qué punto parar», explica Garau, formada en la Universidad de Navarra, apasionada del apartado técnico y estético del oficio. «Me encanta su versatilidad, todo lo que abarca; siempre te plantea nuevos retos», añade.

Tras acabar la carrera, en 2019, Cristina se marchó a Londres para trabajar en grandes estudios, con proyectos de gran escala, «que escasean en España». Trabajó con el arquitecto tanzano David Adjaye, y en el estudio danés BIG, donde adquirió una buena base y la cultura de trabajo anglosajona. «Pero nunca tienes una vista general del proyecto, porque es inabarcable», asegura Cristina.

Oportunidades

Si las oportunidades son como los trenes, la pareja estaba puntual en la estación. La reforma de la vivienda de un familiar en Madrid fue su primer proyecto. «La idea era compaginarlo, pero al mes nos encargaron otro proyecto en Barcelona». Más experimentado en obra, Pablo fue el primero que dejó su trabajo de arquitectura retail para marcas de lujo. Y, tras unos meses a caballo entre las capitales, con la llegada de nuevos proyectos abrieron el estudio de forma definitiva en enero de 2023. «Estamos muy agradecidos con nuestros primeros clientes: no es fácil confiar en alguien de quien nunca has visto qué ha producido», indica la palmesana.

Nuestra calidad de vida depende de los espacios que habitamos, ¿es posible una buena arquitectura en todos los estratos sociales? «Con un presupuesto muy bajo se puede hacer arquitectura de alta calidad. Pero se requiere un cliente dispuesto a asumir que a nivel estético los resultados varíen en función de la inversión. Ahora bien, que no se utilicen mármoles o maderas naturales no significa que la arquitectura sea peor», razona Garau.

Si una palabra orbita en torno al oficio es la sostenibilidad, y entre lo mucho que abarca se encuentra el reaprovechamiento de los espacios. «Hacemos mucha rehabilitación; tienes una historia de fondo que vas descubriendo y cambiando. Y en proyectos nuevos, la propia filosofía del estudio conduce a la sostenibilidad: si buscas un diseño atemporal no reformarás tu casa cada diez años. Hacer una primera inversión en materiales duraderos y resistentes es lo más sostenible», sostiene la arquitecta. «No tenemos unos materiales estrella, pero en interiores nos gusta la madera, el metal o el microcemento; materiales honestos, que no intentan simular otros acabados», explica.

Legado arquitectónico

Otro aspecto importante es mantener las técnicas de construcción y los materiales propios de cada territorio. Hace unas semanas, el Consell de Mallorca lanzó un programa de formación dual en pedra en sec, dada la falta de relevo generacional. «Es importante respetar la cultura arquitectónica de cada lugar, y seguir la filosofía del kilómetro cero. El problema es que en este mundo de promotoras que buscan la viabilidad económica sobre la calidad arquitectónica, ir a un artesano es más caro y lleva más tiempo. Aunque, al final, sea lo más rentable», afirma Cristina, embarcada en varios proyectos con Maximale.