Sabine Bürk, diseñadora de cocinas de la casa Banni. | M. À. Cañellas -

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Alemania cuenta con algunos de los profesionales más cualificados, y no importa el ramo al que apunten, además de ser uno de los lugares que más ha incidido en el desarrollo de la vida moderna, tanto técnica como culturalmente. Sin embargo, no genera la empatía de Inglaterra o Estados Unidos, por citar algún ejemplo. La prueba la tienen en que todos conocemos a algún americanófilo o anglófilo, pero... ¿saben de algún germanófilo? Ese escepticismo cobra valor en la Isla, donde se les acusa de haber disparado el coste de la vida. No caeremos en la demagogia inquisitoria, pero algo de cierto sí hay, ¿no? Sin embargo, los prejuicios se tambalean cuando hablas con Sabine Bürk, diseñadora de cocinas de la casa Banni. Afable, culta, jovial y más alemana que un motor diesel. Nació en un núcleo próximo a Stuttgart y desembarcó en Mallorca en el ‘88 para impartir clases de ilustración. Sin embargo, la vida le reservaba uno de sus endiablados giros y, hete aquí, que acabó ‘entre fogones’. Alguna de las villas más exclusivas de la Isla llevan su prestigioso sello. Afirma tener un público caprichoso, pero «de todos estos caprichos vive una industria». A través de sus diseños desvela un mundo que cautiva y emociona; un mundo al alcance de muy pocos, al que nos entreabre la puerta...   

¿A la hora de diseñar una cocina manda la cabeza o el corazón?
Para diseñar, la cabeza. El corazón, cuando estamos con la gente.

¿Qué valores promueven sus diseños?
Deben alcanzar la mezcla perfecta entre estética y funcionalidad, que no siempre es fácil.

¿Qué define los fundamentos de una cocina?
Siempre la arquitectura, los colores y la autenticidad de los materiales.

¿Por qué la cocina es uno de los espacios más complicados de diseñar?
Porque debes tener en cuenta muchos aspectos, como la arquitectura y la tecnología; hay que saber por dónde van los desagües, el aire acondicionado... es un trabajo muy técnico.

¿Tiene alguna cita que la represente?
«La forma se basa en la función», es una frase de la Escuela Bauhaus que viene a decir que trabajes el diseño sin olvidar la función.

¿Cuáles son sus fortalezas como persona y trabajadora?
Mi larga experiencia, esto lo transmito al cliente y creo que le llega.

¿Cuál es el target de su clientela?
La mayoría, gente de fuera, especialmente alemanes de entre 50 y 60 años. También vienen muchos mallorquines.

Además de platos, ¿una cocina debe generar bienestar?
Es lo fundamental, la cocina es el corazón de la casa, donde nos reunimos con la familia y los amigos. La vida social de una casa discurre en torno a la cocina.

¿Cómo será la cocina del futuro?
Debería tener menos robots y máquinas y más vida social.

¿Cuál es su diseño más espectacular?
Hice una muy bonita en Formentor para la señora Bettencourt, heredera del imperio cosmético L’Oréal. Y otra en Pollença para el actor Joseph Fiennes, que era una mezcla entre salón de juegos infantil y cocina, tenía unas vistas espectaculares.

¿Qué diferencia una cocina de precio astronómico de otra común?
Más allá de la calidad y el diseño, es el hecho de tener un producto elitista que no tiene todo el mundo.

A la hora de trabajar, ¿prefiere un cheque en blanco o libertad creativa?
La verdad es que siempre trabajo con un presupuesto, me motiva diseñar para un cliente la cocina de sus sueños ciñéndome a esa cifra. A veces, tener límites ayuda más que un cheque en blanco.

¿Suele encontrarse con clientes que no saben lo que quieren?
Constantemente. Mi trabajo consiste en escucharles y guiarles.

¿Algún proyecto le ha marcado personalmente?
En una casa en Esporles, propiedad de un coleccionista de arte, descubrí lo que se puede conseguir cuando tienes mucho dinero. Cambió mi perspectiva del mundo.

¿Hace gala del refrán ‘en casa del herrero cuchillo de palo’?, ¿cómo es su cocina?
Tengo una cocina hogareña en la que me siento muy a gusto, la diseñé yo parcialmente.