Joan Rullán explica la historia del restaurante Ca’s Patró March, ubicado en Cala Deià, que ha alcanzado gran fama gracias a su comida y a sus ilustres clientes. | J. Moreda / P. Pellicer

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Si Joan Rullan Mas levantara la cabeza, apenas reconocería en qué se ha convertido, Ca’s Patró March. Lo que comenzó siendo una modesta caseta de pescadores, donde se ofrecía el pescado capturado ese día, ha derivado en uno de los ‘templos’ gastronómicos en verano, tanto por la calidad de sus productos como por los ilustres clientes que desean comer o cenar en una terraza que, para completar el cuadro, ofrece unas increíbles vistas de unos de los lugares con más encanto de la Serra de Tramuntana.

En la actualidad, y desde hace 30 años, Joan Rullan, cuyo segundo apellido también es Mas, es el continuador de la saga familiar. «Yo quería ser pescador, que es lo que más me gusta hacer, además de cazar. Antes de mí estuvieron mi padre y mi tío al frente del negocio y ahora somos mi primo y yo», explica tras hacer un alto en la cocina, donde ha limpiado unos espectaculares gallos, meros y caproigs. «Lo que más ha cambiado ha sido la clientela. Antes, todo era mucho más familiar y se trabajaba sólo los meses de julio y agosto. Ahora, abrimos en abril y cerramos a finales de octubre», aunque su mujer, Isabel Alcover, que lleva trabajando más de 25 años en el local, matiza que «lo más fuerte se concentra en este mes y julio, y por eso abrimos también por la noche de martes a sábado».

Ca’s Patró March cuenta con dos turnos para comer, a las 13.00 y a las 15.00 horas, pero la jornada comienza bastantes horas antes para Joan. «A las 7 de la mañana estoy en la Lonja y traigo el mejor pescado mallorquín que haya. Como llevo tanto tiempo en el negocio, me he ganado el derecho a escoger», explica con cierto orgullo.

Pero como no todos se pueden permitir un pescado o marisco de la mejor calidad, la carta también ofrece otros platos más asequibles, como croquetas o tortilla de patatas que hacen las delicias de muchos extranjeros y de sus hijos.

Complicaciones

Reservar en verano no es fácil por dos razones: la primera es obvia: su éxito. La otra es que no es fácil contactar telefónicamente con el restaurante porque la línea telefónica no es la más fiable. Eso hace también que a la hora de pagar, el restaurante avise con antelación a sus clientes que es mejor pagar en efectivo. «Tenemos datáfono, pero a veces no funciona y a más de un cliente le ha tocado subir hasta Deià a sacar dinero del cajero y volver», comenta Isabel.

Si a esto unimos el hecho de lo complicado que es llegar hasta la cala, que el parking es de pago y que sólo admite monedas, hacen falta muchas ganas para ir. Pero a tenor de lo satisfechos que salen los clientes, parece que las incomodidades merecen la pena. Claro que hay otros, los más afortunados, que llegan en barca hasta las escaleras que dan al mar. Entre ellos, hay no pocos famosos, quienes utilizan nombres falsos o el de algún amigo para reservar. «A algunos ni les conocemos. Me acuerdo que vino una mujer espectacular, y los que estábamos en la cocina salimos varias veces para verla porque deslumbraba. Luego nos dijeron que era Beyoncé. También recuerdo la borrachera que se cogió Pierce Brosnan con dos amigos míos. Cómo le gustaba el Jack Daniels... Y ha habido casos como el de un millonario ucraniano que pagó las comidas de tres mesas y les dio luego más dinero. En total se gastó 5.000 euros para que se levantaran de sus mesas y se las dejaran. Sólo ocupó una y las otras dos quedaron vacías», relata Joan. Hace tres años estuvo una noche, mucho más discreto, el rey Felipe VI y disfrutó con un caproig.

El nombre del restaurante viene porque Joan Rullan Mas, (abuelo) era l’amo o patró de una finca de una familia apellidada March, que no era la del banquero. «Él construyó la casas, el puente y el embarcadero», explica su bisnieta, Antònia Rullan Alcover, que lleva la mitad de sus casi 30 años sirviendo en las mesas del local, aunque también estudió Periodismo. «Incluso trabajé en el informativo de TVE en Barcelona, pero esto me gusta más; sobre todo, la relación con los clientes y también porque, aunque el trabajo es duro, tenemos cinco meses de vacaciones».

La plantilla de Cas Patró March está formada por una quincena de personas. De puertas para adentro están los dos Joan Rullan, Ramiro, Moushin, Juan, hermano de Antònia; Ali y Christian. De cara al público, Isabel, su hija Antònia, Marga, Tolo, Toni, Flora y Marina. Como no puede ser de otra forma, la compenetración es total. El momento crítico se produce cuando los comensales de las 13.00 horas deben dejar su sitio a los de las 15.00 horas. No se sabe muy bien cómo, pero todo acaba encajando. Cuestión de experiencia y saber hacer.