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EFE - CIUDAD DEL VATICANO
El Papa recibió ayer en El Vaticano a los Príncipes de Asturias, a quienes dio su bendición y expresó su deseo de que el «hogar feliz» que formen sea «punto de referencia ejemplar» para las familias españolas. Juan Pablo II recibió a Don Felipe y Doña Letizia en su biblioteca privada, conversó a solas con ellos durante seis minutos, e incluyó en los 25 minutos que duró la audiencia una breve, pero expresiva y cálida alocución. La cordialidad del Pontífice con los Príncipes, el afecto que mostró Don Felipe al Papa, y el respeto y discreción de Doña Letizia definieron la audiencia que, pese a tener carácter privado, se celebró con toda la solemnidad del medido protocolo vaticano.

Durante el encuentro, la pareja tuvo oportunidad de hablar con el Pontífice de temas tan distintos como la bendición que deseaban recibir del Papa; de la Familia Real española, o de los recuerdos de los paisajes asturianos de Covadonga que Juan Pablo II evocó para Doña Letizia. El Papa, dentro del ambiente de cercanía que envolvió a la audiencia, bromeó con los Príncipes cuando les obsequió con unos rosarios y les dijo que les entregaría «los próximos, en las bodas de plata».

El Príncipe acudió al Vaticano vestido de frac y lucía sus grandes condecoraciones, las mismas que portó el día de su boda, el Toisón de Oro, la banda y placa del Collar de la Orden de Carlos III que ostenta, y las grandes cruces del mérito militar, aeronáutico y naval. La Princesa también lució la banda y la placa de la Gran Cruz de Carlos III, y al traje largo de color negro que vistió, añadió la tradicional mantilla de blonda española en tono negro. Vestir de color blanco, o claro, en estas ocasiones sólo está permitido en España a la Reina. Los Príncipes de Asturias regalaron al Papa una imagen en plata de la Virgen del Pilar, cuyo pie iba firmado por ambos y llevaba grabado el escudo del Príncipe. Juan Pablo II les correspondió con la colección de las 20 medallas que representan los misterios del rosario, así como con dos rosarios, un regalo este último que también hizo al séquito que acompañó a los Príncipes.