Natalio Pérez, elaborando las ensaimadas que aprendió a preparar en Mallorca, en su primer horno, en Madrid. | Pastelerías Cala Millor

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Natalio Pérez Jara nació hace 92 años en Quintanar del Rey (Cuenca), pero pronto hizo las maletas rumbo a Madrid, aunque el destino le iba a deparar un viaje a Mallorca que iba a cambiar su vida para siempre. Tanto, que dio forma gracias a esa experiencia a un negocio familiar que hoy en día gestiona su hija y que cuenta con seis establecimientos de panadería y pastelería, cinco de ellos en Madrid y el sexto y último, dirigido por su nieto al otro lado del Atlántico, en Miami suponiendo al aterrizaje del negocio en Estados Unidos.

Hasta allí, el legado de Natalio ha llevado un producto tan mallorquín como la ensaimada, la estrella de las Pastelerías Cala Millor, una referencia en la capital de España en la elaboración del emblemático dulce isleño, aunque también ha probado con otras especialidades propias de una tierra «que nos lo dio todo y a la que siempre estaremos agradecidos como familia», asegura rotundamente María del Carmen, hija de Natalio.

Exteriores de la primera Pastelería Cala Millor, en Madrid.

Fue allá por 1963 cuando un joven Natalio llegó de la mano de su tío a este oficio, en un obrador ubicado en la barriada de Chamberí. «Él observaba y apuntaba, y cuando acababa el turno, se quedaba haciendo pruebas», relata su hija. «Su tía le dijo que tenía que aprender y decidió que fuera a Mallorca», llegando a Cala Millor allá por 1968, donde trabajó en un horno que, décadas después visitó, aunque ya no tenía su espacio original.

Uno de los actuales establecimientos de las Pastelerías Cala Millor.

«Allí aprendió a hacerlas y a trabajar la ensaimada, con su receta original», añade María del Carmen, quien señala que su padre pasó dos años en Cala Millor antes de regresar a Madrid, donde la ensaimada «era algo muy 'chic', era un dulce muy solicitado», y por entonces era la popular Pastelería Mallorca la que tenía como reclamo la ensaimada.

Natalio Pérez, a la izquierda, en plena labor.

«Mi padre tenía el secreto de la masa, el saber trabajar el producto en origen con ingredientes como una buena manteca, agua, sal y huevos... y estirar, reposar y cocer, no hay más, además de mucho cariño y pasión», añade la responsable actualmente del negocio familiar, que hace un guiño a Mallorca añadiendo a la ensaimada productos de la isla como la sobrasada.

«Cala Millor le dio todo a mi padre y como muestra de agradecimiento, puso el nombre a la primera de sus pastelerías. Era una cuenta pendiente con ese lugar», explica la hija de Natalio Pérez, que desde el establecimiento inicial en la calle Fermín Caballero 70 vio crecer la empresa, con la ensaimada como bandera, hasta llegar a los seis actuales, uno de ellos y el más reciente en Estados Unidos, hasta donde ha llegado este dulce vinculado indiscutiblemente a Mallorca.

El fundador de las Pastelerías Cala Millor, durante una elaboración.

Y lo curioso es que mallorquines que pasan por delante de sus pastelerías «preguntan de dónde viene el llamarse Cala Millor. Y a mi hijo también en Miami, pero mi padre recordaba que en la primera tienda era corriente por parte de mallorquines o familiares de clientes», continúa María del Carmen, quien señala como anécdota que, más allá de el nombre de la pastelería, en la casa familiar también está plasmado el topónimo de Cala Millor en su entrada, un lugar al que Natalio volvió de vacaciones y que su familia también ha visitado. «La ensaimada, con su receta original, nos hizo crecer y siempre tendremos que estar agradecidos a lo que Cala Millor ha significado en nuestras vidas», concluye la heredera del patrón de unas pastelerías que han tenido una ramificación familiar en las Pastelerías Manacor, pero que siempre tendrán a la localidad de la costa de Son Servera como emblema.