Joan Pujol lleva el restaurante junto a su padre, que es quien lo abrió en el año 2000. | Pilar Pellicer

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El restaurante café Zanzíbar, ubicado en pleno corazón de Santa Catalina (Plaça Navegació), cierra este domingo después de 15 años de existencia y se convierte en la primera ‘víctima’ en este barrio de la nueva ordenanza de terrazas del Ajuntament de Palma.

Joan Pujol lleva actualmente el negocio junto a su padre, Esteban, que fue quien lo abrió, y recuerda que desde entonces, pues así lo tienen registrado, han pasado por este conocido establecimiento del centro de Palma 1.060.000 clientes.

Pero finalmente ha llegado la hora del cierre, pues desde mediados de mayo la nueva ordenanza les obligó a retirar las seis mesas que tenían en la calle (otras 17 dentro) y que representaban el 38 % de la facturación del restaurante. «Intentamos colocar un banco de madera dentro del perímetro del local, al aire libre, pero no fue suficiente», admite Joan.

«Las seis mesas eran importantes, porque siempre estaba ocupadas y por la publicidad que le daban al restaurante, pues si hay ambiente en la terraza la gente se animaba más entrar y eso siempre ayudó mucho al negocio», explica.

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La familia cuenta con otros negocios en Cala d’Or y Portocolom y gracias a ellos han podido salir adelante pero finalmente todos juntos han tomado esta decisión, que supone el despido de siete personas. Joan recuerda que antes de decidir el cierre tenían prevista una inversión para modernizar el local, aunque «cuando se aprobó la ordenanza vimos que era demasiado riesgo».

La familia tiene el local en alquiler y todavía les quedan algunos años de contrato, por lo que Joan admite que «ahora abriremos un periodo de reflexión y quizá decidamos volver a abrir, aunque si es así será con otro concepto diferente, quizá regresando al bar de copas que había antes de nuestro restaurante» y cuyo nombre adoptó su padre.

El Zanzíbar ha sido un lugar de encuentro pero los nuevos tiempos y las nuevas normas se imponen. Joan lamenta que en enero pasado pidieron la renovación de la terraza y 20 días después recibieron la primera multa, de 1.000 euros, «cuando ni siquiera se nos había contestado si se nos concedía o no la terraza». El pasado de mes de mayo recibieron una segunda multa y ahí fue cuando empezaron a plantearse la posibilidad del cierre. El local consiguió hace poco permiso para tener una mesa en la calle, algo del todo insuficiente.

El domingo no habrá despedidas, abrirán como cada día, atenderán a sus clientes como siempre lo han hecho y al final de la jornada cerrarán y acabará una etapa, la del bar Zanzíbar de Santa Catalina. «Nos vamos agradecidos de cada persona que pasó y disfrutó aquí», declara Esteban.