El presidente de la Generalitat y candidato a la reelección, Pere Aragonès vota junto a su mujer y su hija. | Efe - Enric Fontcuberta

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Salvador Illa se ha alzado victorioso en las elecciones al Parlament de Cataluña, y lo ha hecho probablemente por un margen menor del que a todos los socialistas les gustaría. Las promesas de mejora de los servicios públicos del candidato del PSC adquieren mayor enjundia en este 12M, un verdadero día horribilis para la red ferroviaria de cercanías catalana que ha vivido severos contratiempos por un robo masivo de cobre. A las cinco de la tarde aun se comunicaban sobretensiones en las instalaciones y nuevos robos, que alguien se ocupará de investigar y aclarar a su debido tiempo.

Las autoridades catalanas han llegado a recomendar el uso de otros medios de transporte a los que tuvieran que desplazarse hasta su colegio electoral, y el fantasma de la prolongación de la jornada de votación ha planeado sobre todos nosotros. La incidencia generalizada en los trenes de Rodalies en Cataluña no ha impedido que la candidata de Aliança Catalana fuera la más madrugadora en depositar su voto, ataviada con una camiseta de Revolta pagesa. El descontento del mundo agrario, que vive inmerso en un contexto adverso casi permanente, es uno de los puntales en los que formaciones de este estilo se apoyan para hacer crecer su base social. Las CUP, Esquerra y Comuns Sumar han intentado cambiarse su atávico traje urbanita y acercarse al pagès cabreado en los últimos estertores de la campaña electoral. A la vista de los resultados, de su caída en todos los casos y la particularmente llamativa de los republicanos, les queda aun mucho campo que labrar.

Durante la jornada electoral el candidato de Junts, Carles Puigdemont, ha expresado solidaridad con los usuarios afectados por lo que ha calificado de «jornada de caos», deseando que en «un día en que Cataluña se juega tanto, todo el mundo pueda ejercer su derecho a voto con toda libertad». El hombre de Esquerra que trataba de revalidar la presidencia, Pere Aragonès, ha reconocido que «lamentablemente incidentes como el de hoy no son una excepción» aunque, claro está, «en un día de jornada electoral es especialmente grave». Ha sido esta la nota curiosa de la jornada, la anécdota que la ha diferenciado de otras tantas contiendas electorales.

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Lo cierto es que la indecisión que según algunos rondaba el cuarenta por ciento del electorado catalán no ha deparado excesivas sorpresas, en base a lo avanzado por la mayoría de los sondeos. El orden que los votantes del Principat han establecido para conformar la nueva cámara autonómica concede el primer lugar al PSC, aunque ello no es garantía de mucho o prácticamente de nada. Una de las notas predominantes de la jornada electoral es la victoria relativa de Junts en la batalla soberanista. Mucho tiempo llevan librando con ERC un duelo singular por el dominio del espacio independentista, que por ahora cae del lado de Puigdemont, algo que también probablemente sea una mala noticia para el Gobierno de España que encabeza Pedro Sánchez. Sin embargo, con ello han conseguido que la opción independentista ya no sea mayoritaria en el parlamento catalán.

Seguramente los ciudadanos no busquen con sus papeletas que les gobierne un líder virtual. Alguien debe ponerse al mando y poner remedio a los problemas que acucian a la ciudadanía mientras la derecha y la ultraderecha refuerzan sus posiciones. Un aviso a navegantes a escala regional de lo que puede sobrevenir en apenas unas semanas en clave comunitaria, con las elecciones al Parlamento europeo que tanto inciden en el signo del actual curso político. El PP suma y cumple el objetivo que impuso Génova de superar a Vox, que por contra mantiene estables sus números de representación en el Parlament catalán. Los ultras de Aliança Catalana comparecen por primera vez; todo ello ante la desaparición de Ciudadanos, que todo el mundo daba por descontado y no por ello resulta menos significativo.

Es evidente que a partir de ahora se abre una nueva etapa política, no solo con la desaparición del partido naranja, el que una vez ostentó la vara de mando constitucionalista con más de un millón de votos en Cataluña antes de diluirse como un azucarillo. El procés que unió con un mismo fin a todo el espectro del independentismo ha quedado definitivamente atrás, los intentos de Esquerra de gobernar en solitario contra viento y marea en una compleja coyuntura internacional agravada por la sequía han caído en saco roto.

Como resultado, la polarización gana enteros y corre riesgo de intensificarse. A un lado Illa y al otro Puigdemont; la decisión pertenece ahora a Esquerra y puede que con la misma no contente a muchos. Veremos en las próximas jornadas cómo se desarrollan los juegos de pactos, cómo se articula la legislatura y si definitivamente echa a andar, o bien la paralización señala el camino de unas nuevas elecciones autonómicas tras el verano. Lo único cierto y palmario es que este lunes los catalanes han vuelto a madrugar para trabajar. A saber cómo y cuándo han llegado a su puesto de trabajo, con la que tienen montada en los trenes.