Lorenzo Morey, gerente de EMAYA. | Pilar Pellicer

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La mitad del agua que se consume en Mallorca pasa por la red de tuberías de Emaya, la empresa pública creada en 1943 en Palma. Lorenzo Morey es su nuevo gerente. Tomó posesión del cargo el pasado 19 de julio. «Emaya siempre se ha ocupado del suministro de agua en Palma. Actualmente nos encargamos de todo el ciclo integral del agua que incluye el suministro de agua ( potable y regenerada), el saneamiento y la depuración», explica.

La empresa pública de Palma factura anualmente 44 millones de euros en concepto de consumo de agua potable. Los residentes de las viviendas particulares con los consumos más bajos (hasta 5 metros cúbicos al mes) pagan 0,60 euros por cada metro cúbico de agua consumida. El precio del metro cúbico se va incrementando en la medida que aumenta el consumo. Es lo que se conoce popularmente como un sistema de tarifas progresivas que penaliza a aquellos que malgastan un bien de primera necesidad. Las tarifas progresivas se aplican a las viviendas y también a los hoteles. En estos últimos se tiene en cuenta, además del volumen consumido, el número de plazas turísticas.

Hay otros modelos de consumo que quedan excluidos de la progresividad tarifaria y pagan cada metro cúbico de agua a un precio fijo con independencia de la cantidad de metros cúbicos que consuman al mes. Son las oficinas, industrias, comercios, servicios que no sean los establecimientos hoteleros, locales de actividades profesionales y los usos comunitarios.

¿Varía la calidad del agua que sale del grifo dependiendo del barrio en el que vivas? El gerente de Emaya responde: «La calidad del agua en todos los barrios de Palma es básicamente la misma». «Hacemos analíticas en los depósitos de Son Anglada (Palma) y de Son Tugores (Lloseta), en los depósitos de agua desalada, en los pozos, embalses y fuentes. Toda el agua que se consume pasa por las plantas potabilizadoras», explica.

Sabemos que Palma se ‘bebe’ la mitad del agua que se consume cada año en Mallorca pero ¿de dónde procede ese agua?. «En total toda Palma emplea 35 hectómetros cúbicos de agua al año de los que el 20 % proceden de los embalses de Cúber y Gorg Blau, el 8 % de fuentes, el 58% de pozos y el 13 % de Abaqua, principalmente de la desaladora de Palma», relata Lorenzo Morey.

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El consumo de agua desalada, que sigue siendo minoritario, va en aumento debido al cambio climático. «Ha ido variando la tendencia al alza porque atravesamos años de poca pluviometría y puede que al cierre del 2023 el consumo de agua desalada suba por encima del 13 %», avisa el gerente de Emaya. Este mes de diciembre la empresa pública de Palma aún compra agua desalada para preservar los embalses que apenas están al 33 o 34 % de su capacidad.

«Es importante preservar los acuíferos y embalses. Si la climatología sigue así, hasta enero protegeremos los embalses comprando agua desalada. Sabemos que ahora están en un 33 o 34 % y la prudencia nos obliga a no hacer uso de ese agua esperando a que llueva en invierno, para poder tener una reserva para épocas de mayor consumo. Así evitaremos tener problemas de suministro», dice el gerente de la empresa pública. Lorenzo Morey aspira a «velar por la transparencia en la eficiencia, cuidar los recursos y el medio ambiente y gestionar con eficiencia y voluntad de servicio público un bien de primera necesidad como es el agua potable». «Nuestro objetivo como empresa pública no es ganar dinero, es hacer una buena gestión de los recursos y dar un servicio para los ciudadanos», sentencia.

Un 18 % del agua potable se pierde en fugas

Preservar los recursos y el medio ambiente pasa por reducir al máximo las pérdidas de agua en la red municipal. El gerente de Emaya explica que actualmente hay un 18 % de fugas. «Captamos 35 hectómetros cúbicos de agua al año y vendemos 30 hectómetros. Sabemos que el resto se pierde en la red de distribución», lamenta. La localización y reparación de las fugas es prioritaria cuando se trabaja con un bien de consumo básico. «Trabajamos con planes de búsqueda o sectorización utilizando sensores que miden los caudales consumidos y cuando identificamos diferencias entre las captaciones y el consumo utilizamos sensores de ruido para localizar dónde está el punto exacto de la fuga y repararla», explica Morey.

El gerente de Emaya es consciente de quela gestión pública del agua es minoritaria en Mallorca y apuesta por mantener un papel de colaboración técnica con el resto de administraciones, a pesar de que «las necesidades de Palma son muy distintas por una cuestión básica como es el volumen, pero también por la diversidad de nuestra fuentes de captación». «Tenemos alrededor de 440.000 habitantes, que consumen la mitad del agua que toda Mallorca. Tenemos agua de pozo, agua desalada, de fuentes y de embalses, no hay ningún municipio de Mallorca con un abanico tan heterogéneo», dice.

Además de suministrar agua a Palma, Emaya proporciona agua a Santa Maria, Binissalem, Alaró y Bunyola. En el caso de Binissalem el Ajuntament privatizó el suministro de agua en baja mientras que los otros tres municipios gestionan la red municipal de aguas de forma directa. El origen del suministro de agua a estos cuatro municipios se remonta muchos años atrás cuando se construyó la tubería que conduce el agua desde los embalses de Cúber y el Gorg Blau a Palma. Los cuatro pueblos se sumaron realizando las conexiones necesarias a la tubería principal en los setenta.

Más allá de la conexión con los embalses, Palma cuenta hoy en día con otros 100 kilómetros de tuberías para el aprovechamiento del agua regenerada en los jardines y campos de golf. «Suministramos 1,32 hectómetros cúbicos anuales y nuestro objetivo es aumentar el porcentaje de agua regenerada aún más. Sabemos que entre 2021 y 2022 aumentó un 21 %». El uso de agua regenerada no está pensado para los particulares en Palma. La mayoría se emplea en el riego de parques y jardines de la ciudad. La empresa pública abastece además a la comunidad de regantes de Sant Jordi.