Bibiloni, en un rincón de la Plaça d'Espanya, antes de la entrevista. | M. À. Cañellas

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Gabriel Bibiloni (Pòrtol, 1951), profesor jubilado de Filología Catalana en la UIB, ha publicado recientemente El parlar bleda. Una análisi de l’esfondrament de la fonètica, en el que describe los cambios en la fonética mallorquina durante las últimas décadas, casi todos ellos por la interferencia del español.

¿Cuáles son las principales características del parlar bleda ?
—Es una manera de hablar el catalán que se origina hace 60 ó 70 años por importaciones de la fonética castellana. Las principales características serían la pronunciación de la ele castellana en lugar de la catalana; el ieísmo, como sustitución de la elle catalana por la i castellana; y el betacismo, es decir, no distinguir entre la be y la uve.

¿Dónde y por qué se originan estos cambios?
—La pronunciación de la ele castellana se originó principalmente en los años 50 y 60 del pasado siglo en las ciudades de habla catalana -Barcelona, Palma, València- entre mujeres de clase social alta, con la idea de hablar castellano sin su acento natural catalán. Para ellas, perder ese acento cuando utilizaban el castellano era sinónimo de hablar de un modo más fino.

¿Y cómo fue generalizándose?
—En el caso de Palma, se generalizó en los colegios a partir de los años 70. No veo en este fenómeno una transmisión familiar. Simplemente, se extendió entre los escolares por imitación entre ellos. Los niños que no hablaban bleda y mantenía su fonética catalana tradicional empezaron a ser ridiculizados. Se decía de ellos que xerraven de poble.

¿Cuál es la situación actual?
—Según los grupos de edad, se ha extendido por todas partes en Mallorca, con la excepción de Manacor, Vilafranca, Porreres, Felanitx, Campos, Santanyí y ses Salines. Es decir, Manacor, dos municipios del Pla y los del Migjorn excepto Llucmajor. Resulta preocupante que esta manera de hablar bleda la escuchemos en los medios de comunicación y entre los docentes, por lo que su transmisión y expansión continúan. Tratándose de medios de comunicación y docentes, tendría que haber algún estamento o mecanismo de corrección. Igualmente, habría que fomentar, en sus ámbitos lingüísticos, la enseñanza del catalán en las facultades de Educación y Periodismo.

Tengo que reconocer que hago ieísmo.
—Precisamente, esa característica ha existido siempre, incluso antes de los procesos de castellanización. La verdad es que pronunciar la elle catalana es difícil para un niño que empieza a hablar. Si los padres la pronuncian correctamente, hay niños que, por imitación, también llegarán a hacerlo, pero hay otros que no. Yo mismo, de pequeño, no sabía pronunciar la erre. El ieísmo está implantado en todas partes, también en otras lenguas. La diferencia es que, antes, si los padres lo detectaban, intentaban corregir a sus hijos. Actualmente, dudo de que lo hagan.

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Siempre se ha considerado que en Palma se habla peor el catalán y que en la Part Forana la lengua, en este caso la fonética, se conserva mejor.
—Bueno, eso era antes. Es verdad que si escuchas hablar a jóvenes de Palma y Manacor suenan completamente diferentes, pero, en general, la distinción entre la capital y la Part Forana se está difuminando.

Como filólogo, ¿qué le sienta peor, escuchar un barbarismo o el parlar bleda?
—Me duele mucho más una mala fonética que un barbarismo. El barbarismo, con buena voluntad y buena predisposición, se puede corregir. Es relativamente fácil prescindir de él y utilizar el término correcto, pero la fonética y también la semántica son una estructura mental. Es mucho más difícil su corrección. Por ejemplo, en catalán se distinguía perfectamente entre sentir y escoltar. El verbo sentir está desapareciendo.

¿Hasta qué punto podríamos considerar normales estas interferencias del castellano en el catalán, al tratarse de lenguas vecinas?
—Puede haber interferencias entre lenguas vecinas, pero tendrían que ser en unas condiciones de igualdad, sin subordinación de una a la otra. Cuando se habla intensamente en la lengua dominante, se produce esa situación de subordinación y, como en el caso que estamos comentando, se puede dar la sustitución global de la fonética catalana por la castellana en una comunidad donde más del 50 % de la población tiene esta última lengua como materna y principal, aunque la mayoría conoce el catalán. Los que tienen el catalán como lengua principal están quedando en minoría.

Volviendo al principio, ¿cree que ya se ha abandonado esa vergüenza por el acento propio?
—Tener acento es lo más normal del mundo, no es una cuestión que haya que corregir o avergonzarse. Si un catalanoparlante o un castellanoparlante aprende una tercera lengua, pongamos el inglés, va a tener acento, no va a poder impedirlo. Los castellanoparlantes que aprenden catalán no esconden su acento. Vamos a valorar que aprendan catalán y no hacer un problema de si tienen acento o no.

En Barcelona existe el parlar xava, en el que se pierde la vocal neutra y parece que todas las e se convierten en a. ¿Existe rastro de ello en Mallorca?
—Creo que ya no quedan jóvenes en Barcelona que pronuncien la vocal neutra. Afortunadamente, en Mallorca no he detectado esta forma de hablar.

Hablando de la actualidad y, dada su procedencia de la UIB, ¿qué le parece que se hayan distribuido por igual los exámenes de selectividad en catalán y castellano?
—Me ha parecido un paso atrás lamentable. No me gusta que se den pasos atrás porque cuesta muchísimo avanzar. En cualquier caso, la mayoría de los exámenes de selectividad se hacen en catalán.