Gabriel Bibiloni sostiene su libro antes de la entrevista. | Jaume Morey

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Gabriel Bibiloni (Pòrtol, 1951) presentó este miércoles Els cognoms de les Illes Balears, una cuestiónque siempre interesa. Todos llevamos dos. 

¿Qué diferencia establece entre ‘cognoms’ y ‘llinatges’?
— Son sinónimos. Tradicionalmente, en Mallorca se dice llinatges, pero he establecido la diferencia de que éstos siguen una línea sucesoria directa de padres a hijos a partir de una primera persona. Cognoms es más genérico, el apellido extendido, independientemente de esa línea directa. Se me ocurrió la idea del libro hace unos 20 años, con una lista de apellidos tradicionales con su grafía normalizada, pero sería eso, una simple lista, por lo que decidí incorporar etimología, extensión geográfica y topónimos derivados.

Son casi 2.000 apellidos.
— Sí, exactamente 1.932, de los que 1.181 documentados han desaparecido. Unos estaban más extendidos que otros, pero se han extinguido. Quedan 751.

¿Qué causó las extinciones?
— Se cortó la descendencia directa o los apellidos de las madres, al ser los segundos y no transmitirse, se perdían.   

Hay una mayoría de apellidos catalanes.
— Sí, he marcado los límites temporales entre el siglo XIII y 1940, antes de la gran inmigración peninsular. Actualmente, los ocho apellidos más comunes de Balears son castellanos. Como apellido tradicional de Balears, Pons aparece en el noveno lugar. Hay una mayoría de apellidos catalanes, pero a partir del siglo XIV se da un goteo de apellidos foráneos. Por ejemplo, Rigo viene del nombre propio italiano Arrigo –Enric–. El 40 % de los apellidos tradicionales de Balears son topónimos de Catalunya.

¿Qué hacemos con las grafías erróneas?
— No todas las grafías que se creen erróneas lo son. Pueden corresponder a grafías tradicionales, cuando no había normas ortográficas, o arcaicas. Por ejemplo, se cree que Reynés –con y griega– es un castellanismo. No lo es. Es una grafía antigua. Lo mismo ocurre con Zanoguera o Zaforteza. Son grafías arcaicas. Otro caso es mi segundo apellido, Cañellas, que debería ser Canyelles. O Ramón con acento. Eso sí son grafías castellanizadas. Cifre debería ser con S, pues viene del nombre germánico Sigfried. Rullán debería ser el nombre propio Rotlan. O Salleras, que debería ser Celleres, pues viene de cel·la. Cada uno tiene la libertad de normalizar o no su apellido. Hay quien quiere mantener la grafía tradicional, aunque sea errónea o castellanizada, y también puede existir la pereza de tener que cambiar la documentación, aunque el Registro Civil puede emitir una certificación de grafía normalizada.

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Primera presentación en Embat. Con la asistencia del autor, la librería Embat, en Palma, acogió ayer la primera presentación de ‘Els cognoms de les Illes Balears’. La presentación corrió a cargo del periodista y profesor Antoni Janer.

¿En las grafías castellanizadas    intervinieron funcionarios que no sabían escribir los apellidos?
— Sí, pero creo que ese fenómeno se dio más en Catalunya, donde podemos ver Caballé por Cavaller, Farré por Ferrer, Vallvé por Bellver o Jané por Gener, auténticas aberraciones. Debemos entender que si un funcionario del siglo XIX –el Registro Civil empezó a funcionar en 1870– escribía incorrectamente un apellido, muchos baleares, sin apenas estudios en esa época, no le iban a llevar la contraria.       

Se me ocurren las múltiples grafías de Bennàsser.
— Sí, debe ser Bennàsser, es decir, del árabe ibn-Nasr, hijo de Nàsser. No es el único caso.

¿Antes teníamos dos apellidos?
— No. Hasta el siglo XIX teníamos uno solo. Así lo vemos en la documentación, con excepción de los nobles. Los dos apellidos son una extensión castellana.

Hubo una moda de poner una ‘i’ entre los apellidos.
— Sí, se extendió la idea de que era muy catalán. Hubo cierta polémica, pero hay libertad al respecto. No está regulado.