Elizabeth, con sus hijos. | Click

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Este pasado sábado publicábamos en Ultima Hora una entrevista con Aithor, gay, y dentro del movimiento LGTBI, femme boy, o chico que se considera femenino y que, como tal, se maquilla y se pone prendas de mujer, «pero nunca he salido a la calle con vestidos ni tacones, aunque si maquillado».

Ahora, entrevistamos a Elizabeth Gil Rentería, madre de Aithor. ¿Qué por qué lo hemos hecho…? Sencillamente, por saber qué piensa la madre de un gay que vive en un mundo en que no todo son facilidades para éste. Un mundo en el que, pese a la libertad que se dice que hay, sigue existiendo la homofobia y la desigualdad laboral. Y también por conocer cómo es su día a día, y la relación con su hijo.

«A veces el gay, a los homófobos, los tiene en la propia familia. Porque a menudo, en vez de encontrar el cariño en ella, encuentra el rechazo. No ha sido el caso de Aithor que, desde el principio, tanto por su hermano Brando como por sus padres, ha estado respaldado y protegido. Incluso cuando tuvo problemas de bullying en la escuela. Por entonces no existían los protocolos para hacerle frente, acudimos al centro, hablamos con la dirección y los profesores, que se pusieron de su lado, además de poner todos los medios a su alcance para cortar ese acoso. También tuvo el apoyo de su hermano, que iba cursos por delante, pero que siempre estaba pendiente de él».

Ni que decir tiene que para Elizabeth, «pese a que nadie está preparado para ser padre, el hijo es lo más importante que tienes. Y cuando ves que hay algo diferente, y que no esperabas, pero que se interpone entre él y otras personas, es cuando debes apoyarle más. Sí, porque son personas que, como tales, debemos respetar, entender y ayudar. Porque tener un hijo homosexual no es una desgracia, o una vergüenza, sino que es una persona con una realidad diferente a la que esperabas … Pues bien, sí, es homosexual, pero es tu hijo, y como a tal lo has de tratar y querer».

Echando la vista hacia atrás, Elizabeth recuerda que sus dos hijos fueron iguales hasta los 12 años. «Jugaban con los juguetes de chicos. A Aithor le gustaba mucho dibujar. En la escuela hizo un dibujo tan bonito que la profesora lo mandó a un concurso a nivel nacional y consiguió el segundo premio. Es más, hasta llegó a tener una novieta, la típica novieta de Primaria… Pero de los 12 años en adelante, y a medida que iba entrando en la adolescencia, empecé a notar que no era cómo el hermano. Ya no jugaba con niños, sino que lo hacía con niñas, y empecé a notar cierto amaneramiento. Y en Secundaria, además de ver que este se iba acentuando, que se iba afeminando, sus verdaderos amigos eran ellas, las niñas. Y como siempre le ha gustado ser el centro de atención, procuraba hacerse notar ¿Cómo? Vistiendo bien, poco se puso un chándal, siempre con camisa, bien peinado, perfumado, … Y eso hizo que algunos chicos se metieran con él, le señalaran, le hicieran bulliyng, lo cual, cuando nos lo contó, nos obligó a tomar cartas, denunciando estos hechos a los profesores que reaccionaron, como he dicho, poniéndose de su lado».

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Como no eran pocos los indicios, vamos, que estaba más que claro que Aithor era gay, Elizabeth dio un paso más adelante y con mucha sutileza se lo preguntó. «Fue en la cocina de casa. Yo estaba pelando patatas y él andaba por allí, queriéndome ayudar. Y entonces, sin más, le pregunté: ¿Qué te gustan más, las chicas o los chicos? Y el respondió que era bisexual. Pues entonces tendrás doble problema, le dije, añadiendo que si se lo preguntaba era porque quería saberlo de él, no enterarme en la calle… Más adelante vi que llevaba pulseritas de diferentes colores, que a su modo apoyaba las reivindicaciones del movimiento gay. Hasta que se abrió totalmente conmigo, contestándole que para cualquier cosa me tenía de su lado. Somos una piña -le dije- por lo que en la familia nos hemos de ayudar. Y si bien al principio del bullying escolar trató de disimularlo en casa…¡Que se yo!, maquillándose los ojos como si tuviera ojeras causadas por un cansancio o agotamiento ficticio, y así no ir a la escuela para que no se metieran con él, finalmente se sinceró: 'Hay chicos que se meten conmigo, que me insultan'. Eso hizo que habláramos con los profesores y estos pusieron fin al acoso».

Pero para Elizabeth su gran temor es la calle «y más siendo un chico que sale de casa siempre maquillado, lo cual le convierte en una víctima fácil para los xenófobos… De hecho, una noche, saliendo de una fiesta con unas amigas, unos se metieron con él, le empujaron, le partieron un diente y le robaron el móvil. Por eso, le aconsejo que si sale, lo haga en grupo, que huya de lugares y personas conflictivas, y que no regrese nunca a casa solo. Que si es tarde, que se quede en casa de una amiga o amigo de confianza, y que si le acompañan a casa que se queden con él hasta el día siguiente. Cualquier cosa de las dos, antes que volver solo. Le gusta mucho salir…. Pero es que está en la edad».

Volviendo al principio, al apoyo que se le tiene que dar a un hijo gay, Elizabeth lo considera vital, «primero, porque si no se lo das, y él encuentra barreras en casa, buscará en la calle el apoyo que no tiene en ella. Y en la calle hay muchos peligros, ¡demasiados!, para una persona de estas características. Peligros que le pueden abrir fácilmente sus puertas, y él, buscando lo que no tiene en casa, entrar por ellas. O si no busca en la calle la solución a sus problemas, se queda en casa, cada vez más encerrado en si mismo, no entendiendo el trato hacia él por su gente más cercana, lo que dará lugar a la depresión, ansiedad, autoestima por los suelos y, ¿por qué no?, suicidio. Ese es otro de los temores que solemos tener los padres de estos chicos».

Y en cuanto al factor laboral, Elizabeth también considera que en lo de la igualdad, y más concretamente en lo de la igualdad laboral, «aun hay mucha hipocresía en la sociedad. Quedan kilómetros por recorrer, dado que no todas las empresas están dispuestas a contratar como trabajador a un gay».

Por último, y respecto al futuro de su hijo, Aithor -aunque es extrapolable a casos similares-, como es maquillador, y aquí, como tal, hay poco trabajo, no le quedará más remedio que irse fuera, «lo cual puede ser también un peligro, sobre todo por la falta de experiencia de vivir lejos de su casa, porque dice ¡qué se yo lo qué se va a encontrar por ahí! Aunque – recapacita- si decide irse por buscar un porvenir, que lo haga con algunas referencias. Está claro que él quiere trabajar en lo que le gusta, y aquí, salvo las fiestas de verano que le contratan a tanto la hora, no hay futuro. Por lo demás -apostilla- me siento muy orgullosa de mis dos hijos. Soy una madre con suerte!».