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No es un día cualquiera en la residencia Oms-Sant Miquel. Regina, una de las residentes más veteranas de este centro gestionado por el IMAS, rechaza normalmente las terapias que le ofrecen, pero hoy va a dejar su butaca fija, en la que pasa gran parte del día, para sentarse en una silla de ruedas y trabajar el movimiento, las relaciones sociales con sus compañeros y otros aspectos cognitivos. Toca terapia asistida con dos colaboradores muy especiales, Cel y Pol, dos chihuahuas tan pequeños de tamaño como grandes a la hora de 'mover' a sus alumnos. Nadie sabe decirles que no.

Esta terapia canina fue idea de Clemente Dorado, técnico de animación de la residencia y criador de perros, que puso en marcha hace doce años, tras formarse con una asociación en Barcelona. Los resultados con los residentes fueron tan evidentes desde el principio, que todos los técnicos se sumaron a la formación. «Cel y Pol son dos de mis perros y los he adiestrado personalmente para trabajar con las personas mayores. Y eso que son chihuahuas, que dicen que son muy malhumorados. Los míos han recibido una educación en positivo, les pido que hagan algo y reciben un premio. Así han aprendido a trabajar con los usuarios de la residencia. Terminan agotados, pero creo que contentos por los beneficios que conlleva su presencia aquí», apunta Dorado.

Cel y Pol, dos instructores caninos para la residencia Oms-Sant Miquel
Cel, con Avelina Serrano, una de las residentes.
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Otra residente que se resiste a participar en las terapias es Avelina Serrano, muy conocida por ser la primera persona en Baleares en ser vacunada contra la COVID-19, en diciembre de 2020. «Pero cuando vienen los perros, no sabe resistirse. Siempre se suma a la clase», explica Antonia Fontanet, psicóloga del centro, que participa activamente en la sesión. «La mayor parte de los participantes han tenido animales a su cargo en el pasado. Es imprescindible que les gusten los perros, pero la verdad es que hemos tenido asistentes que no las tenían consigo a la hora de tratar con los canes, y han terminado volviéndose locos con ellos», recuerda Fontanet.

En este sentido, la psicóloga señala los beneficios de este tipo de terapias animales con los mayores. «Trabajamos a nivel emocional, porque estos perros les generan mucha ternura y alegría a nuestros residentes. El día a día y las rutinas cambian cuando llegan nuestros 'instructores', esto es casi una fiesta», dice, al tiempo que señala a una de las usuarias del centro, Mercedes, visiblemente emocionada con el beso que le ha dado Cel en su 'paseo' por la mesa.

Cel y Pol, dos instructores caninos para la residencia Oms-Sant Miquel
La terapia canina ayuda a mejorar la psicomotricidad de los residentes.

«También trabajamos a nivel social, ya que el grupo interactúa con los animales, pero también con el resto de residentes y trabajadores. A nivel cognitivo exploramos la orientación, la realidad y la memoria, mientras que a nivel físico hacemos hincapié en la coordinación y el equilibrio. Tienen que llamar a Cel y a Pol, juegan con ellos, se mueven... hacen cosas que, sin ellos, no harían. Es un placer verlos trabajar y esforzarse, muchas veces sin que se den cuenta», finaliza orgullosa Antonia.