A sus 95 años fue inmunizada el pasado 27 de diciembre de 2020, y ya ha recibido la tercera dosis. | Jaume Morey

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«Hay que seguir adelante, hay que vacunarse. Si tengo 95 años y no me quejo, de qué os vais a quejar los más jóvenes». Así de clara es la misiva que lanza Avelina Serrano (Palazuelos, Guadalajara, 1926), la primera persona inmunizada en Baleares contra la COVID-19. Han pasado casi doce meses del primer pinchazo, tan solo 90 días desde que recibió la tercera dosis de la vacuna, pero esta mujer de 95 años, sonrisa de oreja a oreja perpetua y ojos traviesos se muestra encantada de posar para las fotos y charlar con nosotros, eso sí, a voz en grito, porque está un tanto sorda, para contarnos todas sus experiencias.

Desde luego, han sido muchas anécdotas. En 2020 estuvo ingresada en el hospital, contagiada en la primera ola de la COVID-19, aunque apenas lo recuerda, «un simple catarro. Eso no es nada», apuntilla Avelina; sin olvidar la experiencia de ser la primera persona en nuestra Comunidad en vacunarse; hasta el homenaje a las víctimas de la pandemia, presidido por los Reyes de España, al que asistió como invitada, y que se celebró en Madrid el pasado 15 de julio. De ese acto conserva el pase con su nombre, que cuelga desde entonces de su cuello con orgullo, y que, asegura el personal de la residencia que le cuida, se niega a quitarse.

Todo un año de nuevas experiencias para sacarse de encima el sinsabor del confinamiento y las restricciones en la residencia, la primera de Baleares en la que se notificaron los primeros casos de COVID-19, en marzo de 2020. Le han dejado sin muchas salidas a la calle, sin la tradicional cita anual con el chocolate con churros en Can Joan de s'Aigo, así como programas paralizados, como la terapia con perros, su preferido. Todo por el dichoso coronavirus. «A ver cuándo se acaba esto, que ya toca», dice esperanzada.

Avelina Serrano, el 27 de diciembre de 2020, la primera vacunada de Baleares. FOTO: CAIB

Viuda desde hace 20 años, sin familia en España y con domicilio permanente en la residencia Oms-Sant Miquel, Avelina se maneja en silla de ruedas, le cuesta oír y se olvida de algunos pasajes de su vida. Eso sí, recita perfectamente su pueblo de procedencia, Palazuelos, en Guadalajara, y el nombre de sus hermanos: Pedro, Eusebia, Martín y Rufo. «Yo era la pequeña, pero ahora ya están todos muertos. Tengo algunos sobrinos viviendo en Bruselas, pero han pasado tantos años, que si vinieran de visita, me sería imposible recordarlos, y supongo que ellos de mí tampoco se acordarían», señala.

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Trabajó como 'tata' de «una familia con posibles» en Madrid, luego se marchó con ellos a vivir a Suiza durante tres años. De esa estancia en el extranjero guarda como recuerdo una foto, colgada en su habitación de la residencia, junto a una mujer. Pero el tiempo y las telarañas de la memoria han hecho que olvide la ciudad donde está hecha la instantánea y la persona que le acompaña. Con esa misma familia se trasladó a Mallorca, donde una tarde de baile y un tacón roto en el peor momento posible, le cambiaron la vida.

Avelina, en el homenaje a las víctimas de la pandemia, celebrado en Madrid el pasado 15 de julio.

Avelina conoció a José Simó, su futuro marido, una tarde, al salir de baile, cuando ya no era una cría precisamente. Su amiga se rompió un tacón en una alcantarilla, él les ayudó a salir del entuerto, y como señala esta anciana, «ya no nos separamos más». Se casaron poco después, no tuvieron la fortuna de tener hijos, pero el baile y las actividades grupales se convirtieron en su válvula de escape. Hasta que José falleció, hace unos 20 años, fueron una pareja muy activa en asociaciones de la tercera edad y actividades para los mayores, en el barrio de Son Oliva.

A Avelina, que todavía llevaba el luto por su marido, le diagnosticaron un cáncer de pecho hace siete años. A pesar de su edad y de la dureza del tratamiento, salió adelante, tocada, pero con la cabeza alta. Pero no lo suficiente como para seguir viviendo de forma independiente, así que con la ayuda de María, una vecina de toda la vida, terminó arreglando los papeles para trasladarse a la residencia Oms-Sant Miquel, en la que vive desde hace seis años.

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Avelina Serrano, en un momento de la entrevista. FOTO: Jaume Morey

Todo un ejemplo de resiliencia, Avelina es el vivo ejemplo de la superación, de una generación que trabajó durísimo para que las posteriores de este país vivieran como lo hacemos hoy en día. Desgraciadamente, también es la generación a la que más le ha tocado sufrir la pandemia, las restricciones, la falta de relaciones sociales y familiares, así como la mortalidad de este coronavirus, que se empecina en no salir de nuestras vidas. Por eso, cuando le dicen que hay gente que se niega a vacunarse, agrega: «¿Por qué? Si es un pinchacito de nada. Y si hay que volver a hacerlo, pues otra vez».