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Entre lágrimas y abrazos transcurrieron los primeros momentos en los centros escolares, de Mallorca, que ayer comenzaron el curso escolar 2007/08. Los alumnos/as más pequeños, de 2 y 3 años de edad, que asistían por primera vez al colegio mostraron la imagen más gráfica, y tradicional, del inicio de curso.

Los sollozos y lágrimas contrastaban con los rostros de alegría y fuertes abrazos entre compañeros y amigos de clase que se reencontraban tras las vacaciones de verano. Pero todo ello sucedía tras haber superado el madrugón del primer día, las prisas al salir de casa, los atascos en la carretera y el pertinente embotellamiento en la puerta de la escuela.

El colegio Santa Magdalena Sofía de Palma es el reflejo de cuanto sucedió ayer en muchos otros centros escolares. Son cerca de 630 alumnos los que acoge el colegio que dirige Bernat Clar, con seis clases de Infantil, doce aulas de Primaria y ocho de Secundaria. Y, aunque en la gran mayoría de escolares una sensación y cosquilleo extraño recorre todo el cuerpo al entrar en clase, a pesar de la tímida sonrisa de algunos, son los pequeños quienes rompen a llorar desconsolados al desprenderse como pueden de los brazos de su madre.

El contraste
Noel Lantes, de dos años de edad, no quiere saber nada de lo que le rodea, juguetes, lápices de colores, otros compañeros/as, etc. sólo quiere que vuelva su mamá. Sin embargo, Mercè Àlvarez, al igual que Andrea Bauzá o Mar están encantadas de comenzar el curso, pues les gusta jugar y pintar. En otra aula, entre niños llorando dando pataletas y queriendo alcanzar sin éxito la puerta de clase para salir, vemos a Dani de tres años de edad que a pesar de ser el segundo año de colegio llena su rostro de lágrimas y es calmado por su compañero Jorda con «no llores, que tú mamá vendrá enseguida».

Los pasillos, quince minutos despues de las nueve, se encuentran vacíos y el silencio roto, durante unos segundos por una voz veterana, se trata de la tutora, de sexto de Primaria, María Eugenia, y profesora de Lengua, Plástica y Religión, quien ha comenzado su último curso, pues tras 33 años de enseñanza en el centro se prejubila. Sus 25 alumnos, a quienes conoce muy bien, pues la gran mayoría ya la han tenido como profesora, escuchan y atienden con obediencia las explicaciones sobre el nuevo curso, el calendario de asignaturas, las normas en clase y otras cosas de interés para la convivencia escolar durante los próximos meses.

En un rápido recuento, María Eugenia pide a sus alumnos cuántos tenían ya ganas de comenzar la clase, a lo que tan sólo un tercio de ellos levantan la mano. Frunciendo el ceño, poco después, todos los alumnos menos uno levantan la mano aceptando que tenían ganas de volver al cole.