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M. ANTIDZE/J. KILNER-TBLISI El mandatario georgiano Mikhail Saakashvili, gran aliado de Estados Unidos en la zona, triunfó en las adelantadas elecciones presidenciales de su país, con el 52'8 por ciento de los votos, según las autoridades electorales, lo que le evitaría ir a una vuelta. Si hubiera obtenido menos del 50 por ciento, habría tenido que ir a una segunda vuelta electoral. Los funcionarios electorales comentaron que en algunos locales de votación faltaban por contabilizar algunos sufragios, pero que era poco probable que modificaran el conteo final.

Miles de manifestantes se reunieron en la capital para acusar a Saakashvili de fraude. Observadores occidentales dijeron que la elección del sábado fue justa en términos generales, por lo cual era más difícil que la oposición desafiara el resultado y Estados Unidos la instó a respetar el veredicto de los observadores.

Presión descarada
El ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia comentó que la votación se vio afectada por «una presión descarada» sobre la oposición y definió el informe de los observadores como «apresurado» y «superficial». Georgia se ubica en el corazón de la región sur del Cáucaso y alberga a un importante oleoducto que envía petróleo del Mar Caspio a Europa, en una zona donde Estados Unidos y Rusia luchan por imponer su influencia.

Saakashvili sorprendió a sus aliados occidentales en noviembre al ordenar a la policía que reprimiera con gases lacrimógenos y balas de goma a manifestantes. «Percibo esta elección como una expresión viable de la libre elección del pueblo de Georgia, pero el futuro pone inmensos desafíos», dijo Alcee L. Hastings, líder de la misión observadora de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE).

El resultado representa una gran caída en la popularidad de Saakashvili, de 40 años, quien llegó a tener un apoyo de casi el 90% de la población cuando fue electo para su primer mandato. Sus críticos dicen que sus reformas -elogiadas por Occidente- han ignorado a los pobres y que se trata de un autócrata que sólo apoya las libertades democráticas de manera superficial.