Bush, durante la entrevista que mantuvo en la Santa Sede con el Papa, uno de los opositores más recalcitrantes a la guerra de Irak.

TW
0

El Papa Juan Pablo II abogó ayer ante el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, para que la situación en Irak y en Oriente Medio se normalice «lo más pronto posible» con la «activa participación» de la comunidad internacional y especialmente de la ONU. Juan Pablo II también afirmó que el terrorismo ha sacudido las relaciones entre los estados y ha creado dificultades en las conciencias civiles y religiosas y pidió a EE UU y a Europa que colaboren juntos para poder afrontar los graves problemas que afectan al mundo y garantizar la paz.

Miles de personas (unas 200.000, según los organizadores, y 7.000, según la Policía) desfilaron por las calles de Roma, en medio de un fuerte despliegue de fuerzas de seguridad, que controlaron en todo momento los pequeños incidentes protagonizados de forma puntual por grupos aislados en determinados puntos del recorrido. Una gran pancarta con el lema «No war, no Bush» («No a la guerra, no a Bush») encabezaba la manifestación, convocada por partidos de izquierda, sindicatos, diversas asociaciones cívicas y representantes del movimiento contrario a la globalización.

El Pontífice hizo estas manifestaciones en el discurso que dirigió a Bush, al que recibió ayer en el Vaticano junto a su esposa Laura y un séquito de medio centenar de personas, entre ellas el secretario de Estado, Colin Powell. El presidente de EE UU, George W. Bush, visitó Roma, en medio de las protestas contra su política en Irak. La capital italiana fue durante todo el día una ciudad blindada, con un dispositivo de seguridad sin precedentes -cerca de 10.000 policías-, lo que disuadió a muchos ciudadanos a hacer vida normal, hasta el punto de que el siempre concurrido centro histórico estuvo durante muchas horas casi desierto.

Como estaba previsto, el presidente norteamericano limitó sus apariciones en público, junto al secretario de Estado, Colin Powell, a sendas visitas al Palacio del Quirinal, sede de la Presidencia de la República, y al Vaticano, donde acompañado de su esposa fue recibido por el Papa.