Maria del Mar Bonet, durante una actuación. | Gemma Andreu

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Es bien sabido que Maria del Mar Bonet es la mejor embajadora de la cultura mallorquina. En su ya más de medio siglo de trayectoria ha cuidado siempre la tradición popular de la Isla. Una de sus fuentes de inspiración, ya no de la música, sino de la vida, es el Cançoner Popular del Pare Ginard (1899-1976). Para rendirle un merecido homenaje, la artista ha creado Saba de terrer, una propuesta en la que recupera piezas imprescindibles de su cancionero. Y, además, este sábado, a las 20.00 horas, lo llevará al pueblo natal de Ginard: Sant Joan. El concierto, en el que estará acompañada por Dani Espasa y Borja Penalba, forma parte del ciclo TardOral de la Fundació Mallorca Literària.

El Cançoner, destaca Bonet, «es la vida misma, es mirar la historia de Mallorca de otra manera, más poética». En este sentido, puntualiza que es una obra colosal, de más de quince mil canciones, y que incluye una gran variedad de piezas, que van desde canciones amorosas, de campo, de cuna o para cuidar una higuera, sin olvidar la parte religiosa.

«El Pare Ginard fue un hombre que supo cultivar, sacar lo mejor de la tierra», subraya sobre esta «obra de cabecera en cuatro tomos, que releo una y otra vez». De hecho, asegura que «si no hubiera conocido el Cançoner, no creo que hubiera podido escribir canciones. Su estudio me ha dado tantas alegrías, sus páginas rezuman tanta belleza. Me encanta abrir un tomo por cualquier página, al azar y siempre está ahí él, en letra mayúscula».

Una belleza que, como puntualiza Bonet, no es la que entiende de modas o «pinturas estéticas», sino que se refiere a la «belleza pura». En este sentido, la cantante y compositora rehúye considerar la obra de Ginard como un refugio, porque «es toda mi vida y, además, en él hay paz y a la vez muchas guerras, asesinatos y resurrecciones, hay de todo. Se tiene que mirar como un estudio profundo de lo que eres tú y tu tierra, el país en el que vivimos».

Sobre cómo lo conoció, la artista recuerda que fue a través de su padre, quien le regaló los cuatro tomos de la obra, que editó Moll. Y, además, pudo conocerlo en persona, cuando Ginard vivía en Artà. «Yo debía tener unos dieciocho años y ya hacía canciones. Me pareció una persona adorable, con un trato muy cercano. Fue todo un descubrimiento para mí. Desde entonces nunca me he alejado del Cançoner. Por eso, para mí llevar este homenaje a Sant Joan es muy importante, no solo por la música, sino a nivel personal».