Fernando Gómez de la Cuesta posó este jueves en el Solleric para la entrevista con este periódico. | Jaume Morey

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No es una cara nueva, ni en el Ajuntament de Palma, ni en el Casal Solleric. Ganó un concurso público para dirigir este espacio expositivo ubicado en el Born en septiembre de 2016, pero su mandato duró tan solo 50 días; Cort le cesó por falta de confianza política y generando un revuelo mediático. Ahora, siete años más tarde, regresa cual ave fénix y por la puerta grande. Hablamos de Fernando Gómez de la Cuesta (Córdoba, 1976), flamante coordinador general de Cultura i Arts Visuals del consistorio palmesano y director del citado casal. En esta entrevista, este comisario y crítico de arte avanza las claves de su proyecto cultural para la ciudad, aquel que no pudo llevar a cabo hace más de un lustro: «Me siento legitimado para dirigir el Solleric porque ya gané un concurso».

¿Pensó alguna vez que volvería a Cort y, sobre todo, al Solleric?
—Si le soy sincero, no. Jaime Martínez [alcalde] y Javier Bonet [regidor de Cultura] comenzaron a preparar su equipo para Cultura y me contactaron, me presentaron lo que querían hacer y empecé a ver que la posibilidad de retomar el proyecto con el que gané el concurso existía.

¿Se lo pensó mucho?
—Lo tuve bastante claro, tardé poco en decidirme. Deposité mucho esfuerzo en ese proyecto y lo quería llevar a cabo, programar desde mi ciudad y contribuir, aunque suene a tópico, al contexto cultural de Palma.

Con el paso de los años, ¿cómo valora hoy en día lo que ocurrió?
—Fue doloroso por la parte profesional y, sobre todo, por la emocional. Todo aquello se vivió de una manera muy traumática. Ahora me he encontrado con un equipo muy animado, que está haciendo piña, que me apoya. Piense que lo que ocurrió me fue muy difícil de digerir, tanto para mí como para mi familia.

¿Cuáles son las líneas básicas de ese proyecto?
—De momento, tres puntos esenciales y preliminares. Por un lado, el mantenimiento del Solleric. Trabajamos en un plan de acción y empezaremos a rehabilitar el edificio por zonas. Se tienen que sanear techos, pulir suelos, también en el entresuelo, y otro de los objetivos es modificar la zona de recepción, el vestíbulo, que tiene que estar abierto a la ciudad y ser atractivo. Otra línea sería activar el propio centro, que en los últimos años ha tenido poca actividad y ha estado fuera de recorridos de eventos como la Nit de l’Art. No se puede vivir de espaldas a la realidad cultural de la ciudad. Nuestra primera propuesta se inaugurará en la Nit de l'Art en septiembre. Otro eje básico es presentar programas anuales, como se hace habitualmente, para que la gente que nos visite sepa lo que va a ver.

El Solleric ha perdido su esencia como epicentro expositivo. ¿Qué ha pasado?
—Ha faltado una dirección artística. Creo que se buscó un perfil de gestión. Los centros expositivos y museos tienen que tener una dirección artística conectada con el contexto local, nacional e internacional. Creo que ha habido dejadez, tanto en funciones como en programaciones. La casa estaba un poco deprimida, pero creceremos.

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El abandono del parque escultórico de la ciudad es alarmante.
—Trabajamos en varias vías en este sentido. Lo primer es dotar de un presupuesto suficiente para mantenimiento, que debe ser rápido y eficaz. Hay que generar un equipo de trabajo ágil y efectivo. También se necesita una labor pedagógica para paliar los actos de vandalismo sobre la esculturas. Explicar qué son y por qué están ahí. Esta tarea es uno de los objetivos principales de la dirección general de Patrimoni i Interpretació de la Ciutat, con Pilar Ribal al frente. También queremos iniciar itinerarios por el parque de esculturas, que arrancarán con la Nit de l’Art. Tenemos un conjunto de gran valor patrimonial y artístico.

¿Qué pasará con el famoso Núvol de Albert Pinya? Se vendió a bombo y platillo, y continúa abandonado a su suerte en el Parc de Sa Riera.
—Ya nos hemos reunido con Albert [Pinya] y lo primero que se hará es una intervención sobre la pieza, restaurarla. También existe la posibilidad de reubicarla. Lo importante es que en ambos casos el artista esté satisfecho.

¿Qué pasos se están dando sobre el tema del museo en el edificio de Gesa?
—Se está negociando con la propiedad. Es una promesa electoral y lo primero es llegar a un acuerdo con ellos. Dada la singularidad del edificio, hay que hacer un análisis, conocer cuál es el grado de protección y a qué elementos afecta. De momento, el estado actual es ese.

¿Qué plan tiene para el Casal Balaguer?
—Trabajaremos en centralizar el edificio, tiene que ser el epicentro de los itinerarios culturales, y tiene que atraer tanto a residentes como a visitantes, todo ello con el patio como elemento principal. Otra línea son las grandes colecciones que tiene, sobre todo de mobiliario y cerámica, de nivel nacional e incluso internacional. Tiene que ser un lugar inspirador para los artistas. Debe dialogar con el arte contemporáneo, pero más en la línea de instalaciones y acciones. La primera será en esta Nit de l’Art.

Quieren levantar un Centre d’Interpretació de la Ciutat en las galerías de la Plaça Major.
—Es un proyecto muy estimulante, emocionante. Una ciudad que quiere ser capital cultural europea tiene que llevar emparejado un espacio de estas características. Para los ciudadanos y para los que nos visitan. Historia, tradición, cultura... Tiene que contarse todo lo que ha pasado en Palma. Es habitual y recurrente en otras ciudades. Y el lugar, las galerías de Plaça Major, es especial, se puede hacer algo muy bonito. Es un proyecto de legislatura y se hará con la máxima celeridad.

También prometen una feria de arte contemporaneo. ¿Realmente la necesita Palma?
—Es un proyecto muy embrionario. Se han establecido los primeros contactos para conocer qué posibilidades hay en un escenario internacional. Yo creo que hay que dotar al tejido propio de proyectos, y en este caso tiene que ir acompañado de capital privado para que sea una realidad. Se están estudiando todos los escenarios dentro de nuestras posibilidades.