Archivo - Portada de 'Rayuela' | RAE/ALFAGUARA - Archivo

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'Rayuela', el inmenso legado literario de Julio Cortázar, cumple este mes su 60 aniversario conservado «toda su vigencia», ya que «sigue siendo una novela que atrapa por su rebeldía a los jóvenes que acceden a ella». «Conserva su carisma inédito y fresco».

Así lo destaca el catedrático de Literatura, escritor y biógrafo del autor argentino Miguel Herráez, quien desgrana para Europa Press las claves de una novela publicada el 28 de junio de 1963 y que quedaría para la historia.

'Rayuela', que vio la luz en la prestigiosa Editorial Sudamericana, «marcó su antes y después», explica el catedrático valenciano, autor de una de las biografías más célebres de Cortázar.

En aquel momento, Cortázar no era un escritor desconocido, pues ya había publicado tres libros de cuentos, algunas de sus narraciones más sugerentes como 'Casa tomada' y 'El perseguidor', y una novela, Los premios. Pero fue 'Rayuela' el título que convirtió su nombre en popular, más allá incluso de su propia obra, alcanzando una dimensión pública inesperada.

«Como un cantante de tango», dice el especialista, que, en este sentido, recuerda una anécdota que le comentó la viuda del escritor, Aurora Bernárdez. «Una tarde un joven jockey argentino llamó al timbre de su casa en Général Beuret, en el distrito XV de París, y preguntó por Julio. Aurora le comentó que no se hallaba en casa. Le dijo si lo conocía y él le contestó que no. Aurora siguió indagando. El jinete no tenía ni la más remota idea de quién era el escritor. No había, por supuesto, leído nada de él; solo sabía que era un escritor famoso, argentino, y quería saludarlo. Como si fuese un cantante de tango o un actor de moda».

Según sostiene Herráez, 'Rayuela' «partió en dos» la narrativa en castellano al dar carta de naturaleza «al discurso estructural, poliédrico, entendido como una propuesta de cambio, de reorientación, tanto en España como en Latinoamérica. »Vino a ser el equivalente al Ulysses joyceano« y »desbarató el concepto tímido de narración y posibilitó su transgresión repleta de posibilidades".

"A partir de su publicación en 1963, surgió cantidad de rayuelitas.

Destapó la caja de Pandora del metarrelato, la impureza de los discursos, la descreencia frente a la solemnidad narrativa", asevera.

Para Herráez, una de las claves de la novela de Cortázar es que traspasó los límites de su época. Curiosamente, apunta, el autor argentino siempre creyó que escribía este libro para su generación.

«Cortázar estaba en París desde 1951, fecha en la que publicó Bestiario. Se vino a Europa con el volumen bajo el brazo. 'Rayuela' fue armándola como a él le gustaba, a base de retazos, componiendo un puzle infinito e imprevisible mientras lo ejecutaba. Más allá de que están Oliveira y la Maga y París, difusamente Buenos Aires, la narración es una narración que fractura por completo el eje convencional. Él pensaba que había escrito, también por la esencia que palpita en la anécdota argumental, un relato para gente de su edad, pero se sorprendió con la respuesta multigeneracional de una novela que hoy sigue atrapando por su rebeldía a los jóvenes que acceden a ella», relata.

Así, otra de las claves de esta obra es su concepción como una especie de reto intelectual, que obliga a afrontarla de manera diferente a un libro tradicional.

«El propio título nos remite a la noción de juego. Ese aspecto es inseparable de la novela», dice Herráez, que matiza que «juego no quiere decir frivolidad, por supuesto, sino implicación del lector, de un lector que abandona por exigencia su pasividad y es más autor».

De ahí los 56 capítulos que integran la novela, «pero también la subversión que supone reiniciar su lectura a partir del capítulo 73 y siguiendo un nuevo esquema acronológico», comenta.

Leer "a trozos"

Por ello, Herráez propone asomarse a esta obra de manera heterodoxa. «Julio Silva, gran amigo de Cortázar y coautor en alguno de sus títulos, por la diagramación, por ejemplo, de 'La vuelta al día en ochenta mundos', o 'Silvalandia', me comentó que 'Rayuela' había que leerla a trozos, sin buscarle una dimensión convencional, leerla como se lee un poema», señala.

En su opinión, 'Rayuela' no ha perdido un ápice de su fuerza, 60 años después, y sigue siendo «rompedora y diferente» a todo lo que se puede encontrar en las librerías

«Suele decirse que Rayuela abrió un camino, pero ese camino venía a ser el espacio por el que no transitaría la novela posterior. Digamos que en los años setenta y sucesivos el género novela, dicho así a lo grande, derivó hacia clichés de índole más tradicional, con la peripecia, el personaje, la acción y esos tópicos. Rayuela superó esos límites, los liquidó. De hecho, su huella está allí y aquí. Conserva su plena vigencia. Cuando la releo siento su carisma inédito y fresco, su fuerza nada envejecida, muy al contrario», concluye.