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Santiago Aparicio |NUEVA YORK
El mallorquín Rafael Nadal salió provisionalmente del calvario al que le tiene sometido la tendinitis en su rodilla izquierda y se asomó hacia el mejor nivel que suele ofrecer su juego para solventar el compromiso contra el francés Jo Wilfried Tsonga (7-6 (3), 6-2 y 6-1), al que arrolló con premura para avanzar hacia los octavos de final del Abierto de Estados Unidos, donde le espera su compatriota David Ferrer.

En la mejor versión que hasta ahora ha ofrecido en la pista Arthur Ashe del Centro Nacional de Tenis Billie Jean King, el tenista balear subrayó la enorme distancia que le separa del galo. Un jugador prometedor que se ha quedado en la mitad del camino que antaño advertía un futuro esplendoroso.

Rafael Nadal impuso la autoridad que le tiene catalogado como número dos del mundo. Este domingo se cumple una semana desde que se lastimó con seriedad en la rodilla, que le ha tenido a maltraer desde que comenzó el torneo. Y el aspecto que presenta tres partidos después es esperanzador para sus intereses y los del tenis español.

La raqueta de Manacor se impuso con suficiencia. Sólo atravesó inquietudes en el primer parcial, cuando su rival estaba enchufado al encuentro confiado en vislumbrar cierta merma en la actitud del español para orientar el partido hacia su lado.

Se equivocó el tenista de Le Mans, que empieza a asumir su lugar de comparsa en el circuito a pesar de las buenas expectativas que orientaba su condición de júnior, donde llegó a ser número dos del mundo, y su talento. Se ha estancado el único representante que quedaba al tenis galo. Sirve con autoridad y ataca con decencia. Pero la cabeza le baila. Es impaciente, irregular y errático. Eso, ante Nadal, se paga.

Tsonga perdió el tie break y decidió marcharse del partido. Debió pensar que si Nadal fue capaz de arrebatarle un parcial sometido a la determinación del saque nada le quedaba por hacer. No le faltó razón. En el segundo parcial inició su cuesta abajo. Sus golpes se marchaban por mucho mientras Nadal encontraba el acomodo perfecto al juego. Más sencillo le resultó al español completar el partido porque el francés, que acumuló 37 errores no forzados, decidió prestar atención a otra cosa en el tercer set, cuyo final marcó un tiempo total de dos horas.

El panorama de Nadal se aclara. Espera en octavos a David Ferrer, un tenista al que le ha ganado en cuatro de los cinco duelos que han disputado pero que este domingo fue el autor de las escenas más épicas de la sesión. El alicantino nunca regatea esfuerzos. Es generoso con su gasto y eso le dio el triunfo ante David Nalbandián.