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Miquel Alzamora
Un grupo de aficionados al fútbol quedan para entrenar. Son las cuatro de la tarde. Van llegando, se saludan con complicidad, como en cada equipo. Todos se conocen. Entran en el vestuario, se cambian y empiezan a toquetear la pelota a la espera que los dos entrenadores toquen el silbato que indica que empieza la sesión de trabajo. Todo normal, como en cada equipo mínimamente organizado, todo sólo que la cancha de entrenamiento está instalada en la cárcel de Palma y que ellos son reclusos de la misma.

Forman el equipo de fútbol sala que lleva por nombre Panóptico y juegan en la liga Sénior Preferente de Fútbol Sala. Son buenos, mejor dicho, son muy buenos. Prueba de ello es que han ganado tres campeonatos de forma consecutiva. Eso sí, siempre juegan de local. La dirección del centro no permite que salgan, pero aún así, posiblemente también saldrían campeones. Esta temporada están muy organizados, siempre lo han estado, pero ahora lo están más.

El Real Mallorca, a través de la Fundació se ha metido de por medio para facilitar más el trabajo y continuar con la misión que tanto el club que preside Vicenç Grande, como el organismo fundacional dirigido por Xisco Gálvez, se han marcado y que apunta a que el Mallorca tiene que ser algo más que un club de fútbol. Junto a la Conselleria d'Immigració y Cooperació ha puesto en marcha dos escuelas de fútbol en el Centro Penitenciario de Palma, una dedicada a los reclusos y otra a las reclusas.