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Trabaja en silencio, a la sombra de los focos. No conduce un Porsche ni pasea su profesión con soberbia. Lo suyo es entrenar y entrenar. Se curtió en el duro césped artificial del Miquel Nadal, tragó fango en una cesión al Binéfar y alcanzó la cima a los 25 años de la mano de Luis Aragonés y cuando el Mallorca se jugaba nada menos que entrar en la Liga de Campeones. Socio del club desde que gateaba, Miguel Garro Gomila, Miki (Palma, 1975) ha asumido de nuevo el papel protagonista tras la lesión de Leo Franco, que probablemente no esté recuperado hasta dentro de tres semanas. El primer ejemplo de su rentabilidad quedó reflejado anteayer en Sabadell. Taponó con acierto algunas ocasiones arlequinadas y ordenó con voz de mando a la zaga. No es fácil cumplir cuando apenas juegas, pero él lo hace.

Conoce el club como si fuera su casa. Ingresó en las categorías inferiores con apenas seis años y su presencia era habitual en las gradas del vetusto Lluís Sitjar animando a sus ídolos, en especial a Toni Prats. A los veinte años, después de un extraordinario rendimiento en aquel juvenil con Rondo, Felipe, Josemi y Juanjo como compañeros, se estrenó con el Mallorca B. A la sombra de César Gálvez, vivió de cerca el ascenso del filial a Segunda A. Miki no saboreó la división de plata ya que se marchó cedido al Binéfar, donde cuajó una sensacional campaña y regresó a la Isla.

En el verano de 2000 defendió al Mallorca en la Copa Intertoto y compartió vestuario en el primer equipo con Leo Franco, Carlos Roa y Germán Burgos. Jugar parecía una quimera. Pero las sanciones y lesiones le despejaron el camino de la titularidad. Debutó en Primera en el Villarreal-Mallorca (2-2) del 22 de abril de 2001 y fue el portero titular en las últimas jornadas, con nada menos que el subcampeonato en juego. Al año siguiente disfrutó de la Liga de Campeones. Desde entonces se mantiene a la sombra de Leo Franco, esperando una oportunidad que siempre aprovecha. Y eso es algo de lo que no todos pueden presumir...